¿Miedo a Sánchez?

¿Quién dijo miedo? Ya nos temíamos que Pedro Sánchez volvería de sus cinco días de reflexión (¡que devuelva el dinero que ha cobrado como presidente por esas cinco jornadas de teatro!) más chulo y más endiosado que antes, que ya es decir. Y nos temíamos que tras el paripé del retiro en la Moncloa daría una vuelta de tuerca a la deriva hacia la autocracia. A quienes después de cinco años de sufrir bajo su bota le conocemos bien, no nos ha sorprendido el anuncio del asalto al poder judicial, que él llama «democratización de la justicia», ni el intento de censura de la prensa libre, que él plantea bajo el camuflaje de una maquinaria legal para acabar con los bulos y la desinformación.

Sánchez habrá podido engañar a otros muchos que en algún momento confiaron en su palabra, que se creyeron esa pantomima del amor por su santa esposa, de su dolor por los «ataques de la ultraderecha mediática y judicial», que pensaron en algún momento que era imposible tanta mentira, tanto engaño y tanta impostura, pero a otros nos pilla preparados, con la guardia el alto y dispuestos a presentar batalla.

No nos vamos a dejar amedrentar. Por mucho que hable de «lawfare», de persecución judicial contra Su Persona, sabemos que se trata de un evidente intento de escapar a todo control sobre sus acciones y las de los suyos. En esto se ha convertido en un vulgar imitador de Donald Trump, que también se siente perseguido porque la justicia estadounidense ha puesto la lupa sobre sus chanchullos en los negocios, sus intentos de comprar el silencio de las mujeres con las que mantuvo relaciones extramatrimoniales y sobre su apoyo a los asaltantes del Congreso. En España los jueces actúan igual contra los presidentes y los ministros de gobiernos de uno y otro signo, como hemos comprobado en estos 44 años de democracia, cuando están ante indicios de delito. Igual que Trump, Putin o Maduro, Sánchez pretende ser intocable, él y los suyos, pero por fortuna en nuestro país tenemos jueces independientes e imparciales que no se doblegarán ante sus ataques. Ahora ya sabemos lo que va a hacer y estaremos vigilantes. Aunque consiga imponer un Consejo General del Poder Judicial a su medida (si se lo consiente Europa, que ya le paró un intento de 'golpe'), aunque cambie la ley para que la Fiscalía («¿De quién depende»?) y no los jueces sean la que lleve la instrucción de los casos, y aunque cambie la carrera judicial para elevar a magistrados de su cuerda, la justicia seguirá persiguiendo la corrupción que le rodea.

La preocupación ante sus acometidas no implica miedo, sino resistencia, eso que tanto le gusta al del Falcon. Igual que los jueces, los medios de comunicación no afines al sanchismo resistiremos la presión gubernamental. Su propósito es cortar la publicidad institucional a la prensa libre e instaurar un sistema de censura contra los periodistas críticos. Como ya lo sabemos, estaremos prevenidos. Y no dejaremos de denunciar sus desmanes.

En LA GACETA seguiremos denunciando su desprecio a Salamanca. Defenderemos a los autónomos salmantinos a los que el Gobierno reclama de forma injusta la devolución de las ayudas covid y recogeremos las quejas por la falta de jueces en la Audiencia, como hacemos en la edición de hoy. Y seguiremos reclamando las inversiones que Sánchez tiene aparcadas u olvidadas.

No hay miedo sino firmeza y sentido de nuestro deber, que consiste en oponernos a todo intento de imponer el despotismo, aunque el Ejecutivo socialcomunista lo disfrace de «democratización». El Gobierno es poderoso, pero la democracia en España es más fuerte.