Máscaras, por favor
El Gobierno sanchista está empeñado en levantar cortinas de humo sobre sus escándalos, pero no nos despistará con su estrategia
Ya no saben qué hacer desde La Moncloa para ocultar la vergüenza de la amnistía a los golpistas catalanes y para sofocar el tufo a corrupción que desprende el Gobierno. El sanchismo está desplegando toda su capacidad para generar cortinas de humo y para ello no repara en utilizar sin ningún escrúpulo los resortes de su inmenso poder.
Sin embargo, cuanto más se esfuerza Pedro Sánchez en tapar sus indecencias, más clara tenemos los ciudadanos nuestra obligación de mirar más allá de sus montajes y no dejarnos engañar por sus trampantojos.
La última y aberrante ocurrencia del gabinete de efectos especial de Moncloa ha sido llevar al presidente al Valle de los Caídos para elaborar un publirreportaje rodeado de huesos y calaveras de víctimas de la guerra civil. Una absoluta falta de respeto por los familiares de las víctimas, que por cierto eran en su mayoría pertenecientes al conocido como bando 'nacional' y no al de los 'suyos', el de la República. Todo fue un bochornoso montaje, un macabro intento por convertir a Sánchez en héroe de la lucha contra la dictadura franquista, de la que siguen sirviéndose para dividir en dos a la España actual.
Arrimándose a los osarios de Cuelgamuros, el líder supremo del sanchismo ejecuta un plan preconcebido para tapar las informaciones sobre los negocios de su esposa, la conseguidora de fondos que el Gobierno de su marido concedía generosamente a sus empresas patrocinadas. Ilegal o no, la actividad de Begoña Gómez apesta a conflicto de intereses, y las fotos junto a los cadáveres no van a impedir que sigamos atentos a la evolución del escándalo.
Al Ejecutivo le encanta Franco y aprovecha cualquier oportunidad para sacar rédito de la dictadura, como si los españoles viviéramos en el pasado como hacen los socialistas, los comunistas y el resto de separatistas que les apoyan. Por eso se han lanzado como lobos sobre la Ley de Concordia de Castilla y León, que viene a sustituir al decreto de Memoria Democrática aprobado en tiempos de Juan Vicente Herrera. El Gobierno sanchista ha anunciado que recurrirá la norma por tierra, mar y aire, ante el Consejo de Europa, el Parlamento Europeo y la ONU, porque no había más organismos internacionales a mano.
Entre Alfonso Fernández Mañueco y Juan García Gallardo le han servido en bandeja a Sánchez un filón con el que adornar los informativos de la televisión pública y del resto de medios afines, que así disponen de excusa para no hablar de Koldo, Ábalos y de la larga lista de altísimos cargos y probísimos ministros implicados en las mordidas de la trama de las mascarillas.
Otra de las grandes cortinas de humo la viene provocando el ministro Puente con su cruzada contra los insultos a su persona, como si así nos fuéramos a olvidar de sus desprecios con los trenes de Salmanca a Madrid, que va a ser que no. Dadas las circunstancias y después de que haya dado marcha atrás en el cambio (a peor) de los horarios de los Alvias, hoy no le vamos a dedicar calificativos malsonantes. Basta con señalar que el titular de Transportes solo acierta cuando rectifica y que ese pequeño avance no va a impedir que sigamos recordándole todos los días que nos debe la cuarta y la quinta frecuencias, y que si él se no se acuerda del ferrocarril Ruta de la Plata cuando se da un garbeo por Bruselas, nosotros aquí seguiremos con la matraca.
A Sánchez y Puente habría que dejarles muy claro que no vamos a mirar para otro lado, aunque tengamos que gastarnos una pasta en máscaras de gas para soportar tanto humo.