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Cortinas de humo

La decisión del Gobierno de poner a la Fiscalía a trabajar para imputar al obispo Reig Pla es un intento de ocultar la corrupción que le rodea

Jueves, 22 de mayo 2025, 06:00

Contra las cortinas de humo están los ventiladores. El aire en movimiento permite disipar la bruma y contemplar la realidad de las cosas. Al poder siempre le han convenido las cortinas, y hay que reconocer que el Gobierno de Pedro Sánchez se ha convertido en un consumado especialista de la distracción. Así que pulsemos el interruptor del ventilador y miremos más allá de sus burdos montajes.

Tenemos un ejemplo muy cercano y reciente de una de esas granadas de colores que lanza el Ejecutivo sanchista para despistarnos. La Dirección General de Derechos de las Personas con Discapacidad dependiente del Ministerio de Derechos Sociales ha denunciado al obispo emérito Reig Pla por insultar a los discapacitados en su homilía de Alba de Tormes. Una decisión que responde a la estrategia del calamar, a un burdo intento de extender cortinas de humo con cualquier motivo para ocultar la corrupción que rodea a La Moncloa, ese hedor que entra por sus puertas y ventanas y llega hasta la alcoba presidencial.

Lo que dijo Reig Pla en su homilía en la Basílica de Alba de Tormes es un disparate, una estupidez propia de quien ha perdido el sentido de la orientación y piensa que vive en la profunda edad media y no en el siglo XXI. Recordemos que en su alocución a los feligreses, el obispo emérito señaló que la discapacidad «es herencia del pecado y del desorden de la naturaleza». Un mayúsculo desatino que, en el caso del que fuera obispo de Alcalá de Henares, viene a corroborar una larga trayectoria de opiniones contrarias a la doctrina de la Iglesia, al sentido común, a los derechos humanos y a la Constitución española. Se trata del mismo Reig Pla que ya en su día dejó caer que las jóvenes arderían en el infierno «si visten de forma provocativa», que el divorcio es «contagioso y una plaga social» y que el aborto «es como el Holocausto», además de promover terapias para curar la «enfermedad» de la homosexualidad.

No era el prelado más indicado para dirigirse a los albenses y a los visitantes congregados para venerar los restos de la Santa. Con estos antecedentes, concederle el uso de la palabra en la Basílica fue sin duda un error. El propio obispo emérito es consciente de su tremendo yerro y la diócesis de Alcalá emitió un comunicado exculpatorio, asegurando que no tenía intención de ofender a las personas discapacitadas, cuyos colectivos han reaccionado con indignación, como era de esperar. El obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo, monseñor Luis Retana, se sumó a esas críticas cuando aseguró que no podía defender las palabras de Reig Pla y que la Iglesia está para defender la dignidad de las personas y la inclusividad, y no para lo contrario.

Debería ser la Iglesia como institución la que tomara medidas para apartar de los focos a un obispo emérito que solo puede hacerle perder fieles. Ya veremos qué decisiones adopta.

Siendo grave lo que dijo el prelado, el asunto debería quedarse en el ámbito eclesiástico. Poner a la Fiscalía, como ha hecho el Gobierno, a trabajar para abrir diligencias y procesar a Reig Pla no tiene otra explicación que ese intento de buscar batallas, confrontación y escándalos en todos los frentes, da igual que sea una homilía o un festival de música. Sánchez quiere que nos olvidemos de los empleos públicos para las novias de Ábalos, de los chanchullos de su señora, de las malolientes gestiones empresariales de Cerdán, su número tres, y de la confirmación de las irregularidades de su hermano o su fiscal general.

Pero no deberíamos dejarnos cegar por sus humos. No vamos a comulgar ni con el obispo Pla ni con sus ruedas de molino.

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