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El presidente del Gobierno dijo ayer por carta que se está pensando si dimite o no. Abre así una puerta a la ilusión, pero no se engañen, no se entusiasmen: no caerá esa breva.
El presidente del Gobierno es un mentiroso patológico, no le dice la verdad ni al médico, y la carta que ayer remitió a todos los españoles a través de X es, para empezar, un disparate mayúsculo en el fondo y en la forma. Es de una irresponsabilidad supina dejar a España cinco días en suspenso para retirarse a meditar sobre su continuidad al frente del Ejecutivo. Como otros presidentes que le han precedido, ahí tiene el colchón de la Moncloa para consultar con la almohada. Si se va a dimitir, se dimite y punto.
Eso en cuanto al fondo, porque en cuanto a la forma, la misiva presidencial parece una pobre redacción de un mal alumno de Secundaria. Un texto cursi, sentimentaloide y plagado de medias verdades o trolas como camiones.
Para empezar, Sánchez acusa a Feijóo y Abascal de haber puesto en marcha «la máquina del fango» cuando su Sanchidad no ha hecho sino atacar desde el Gobierno, por tierra, mar y aire, a la oposición, metiendo en danza fotos del pasado del presidente del PP o casos tan personales como el de la pareja de Ayuso. Lo de acusar a los otros de los pecados propios confirma la personalidad psicopática del presidente. El mismo que anuncia ahora que a las acusaciones de «la coalición de intereses derechistas y ultraderechistas» responderá «desde la razón, la verdad y la educación». Y lo dice cuando lleva cinco años extendiendo la basura, embarrando el campo político y montando muros frente a la oposición para hacer imposible la alternancia. Lo dice cuando no ha dado ni una sola explicación de los muchos escándalos que afectan a su Gabinete, cuando no ha respondido ni una sola vez a ni una sola de las preguntas de la oposición en las sesiones de control. Para remate, asegura que nunca ha tenido apego al cargo, cuando ha demostrado una capacidad de adherencia al sillón presidencial propia de una lapa gigante.
Esta carta-disparate pretende ser una respuesta a la investigación abierta en torno a los chanchullos de la presidenta consorte. Si medita dimitir por el «caso Begoña», motivos tiene para reflexionar y cavilar, porque realmente resulta escandaloso que la esposa del presidente utilice esa condición para recaudar fondos del Gobierno que dirige su marido con destino a empresas que le pagan por ello. ¿Es este escándalo un motivo suficiente para dimitir? En la mayoría de los países democráticos lo sería, pero seguro que a Sánchez le parece legal y ético, en su concepción cesarista del poder.
Sánchez debería mirar atrás y meditar sobre otros motivos de igual o superior peso para abandonar la Moncloa. Debería dimitir porque perdió las elecciones (las ganó el PP de Feijóo), porque para mantenerse en el poder se ha rodeado de filoterroristas y golpistas enemigos de España, porque ha sido capaz de aprobar una amnistía inconstitucional (lo decía él mismo hasta hace poco) a cambio de siete votos, porque ha mentido con reiteración y descaro a los españoles cuando dijo que no pactaría con Iglesias ni con Otegui, porque ha entregado Pamplona a los herederos de ETA, porque ha emprendido (y mantiene) una lucha descarnada contra el poder judicial y ha atentado contra la unidad de España dando alas a delincuentes como Puigdemont…
La lista sería tan larga que cinco días se le iban a hacer insuficientes a Sánchez. Pero no se ilusionen. Esto es un paripé y el lunes anunciará que continúa por el bien de España. Volverá ese Sánchez chulo y envalentonado, como es él.
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