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No es de extrañar que Pedro Sánchez se haya impuesto a sí mismo la prohibición de visitar Salamanca. No es una persona grata en esta tierra. Más bien al contrario, la gente le tiene muchas ganas… pero al del Falcon no le traen aquí ni atado de pies y manos.
La última vez que pasó por la capital salió cabreado como una mona. Fue hace tres años, con motivo de la Cumbre de Presidentes, y aunque sus gorilas lo mantuvieron apartado de la multitud, tuvo que oír de todo en la Plaza Mayor, desde «traidor» a «sinvergüenza» pasando por «mentiroso».
Lo ideal, lo más civilizado, hubiera sido recibir al presidente con pancartas que recogieran un compendio de reivindicaciones, una larga lista con los olvidos e incumplimientos del Gobierno sanchista, pero a varias decenas de metros y a grito pelado, los ciudadanos se ven obligados a resumir, y ahí brotan los insultos como borbotones de odio e indignación.
Desde aquel julio de 2021 el maltrato del Ejecutivo a esta provincia no ha hecho sino multiplicarse hasta alcanzar el nivel de una burla sin fin, de un desprecio chulesco y descarado a todo lo que tenga que ver con Salamanca.
En los últimos días este periódico ha ido recogiendo algunas de las «flores» que los ministros de Sánchez van plantando por aquí. Hoy mismo damos cuenta de una nueva agresión de un preso a un guardia civil a las puertas del Hospital, donde el ministro Marlaska se niega a habilitar un módulo especial para reclusos. Son cuatro perras (poco más de trescientos mil euros) y se ganaría mucho en seguridad tanto para los enfermos como para los agentes, pero el ministro sanchista del Interior no quiere saber nada del proyecto que lleva años aparcado.
Y ayer narrábamos el alcance de la nueva «estocada» de Renfe a los pasajeros que viajan de Salamanca a Madrid, a los que no solo se sigue negando la recuperación de la cuarta frecuencia del Alvia, sino que ahora se les cambian los horarios para que no puedan llegar a la hora de trabajar, con trenes cada día más lentos y más caros. El convoy más rápido se está convirtiendo en una pesadilla a precio de oro: hasta sesenta euros hay que pagar por trayecto, mientras Renfe ofrece a los vallisoletanos billetes a siete euros para llegar a la capital de España. Si el proyecto del Gobierno para Salamanca consiste en hundirla en la miseria con comunicaciones que cercenan sus posibilidades de desarrollo, hay que reconocer el rotundo éxito de sus planes.
A eso se añade el desastre del Ministerio de Justicia en Salamanca que clama al cielo. La reforma del Palacio de Justicia y la redistribución de estancias se han convertido en un caos. Al Juzgado de Menores lo han metido en una salita donde se amontonan los funcionarios y los chicos y chicas tienen que declarar sus intimidades sentados sin un mínimo de confidencialidad. En solo un año, el Gobierno ha eliminado 52 funcionarios de Justicia en Salamanca y así Sánchez y su calamitoso ministro Marlaska han conseguido que esta provincia figure entre las cuatro de España donde más ha crecido el atasco de casos pendientes: un 34 % más en un año, como informamos en LA GACETA en su edición de hoy jueves.
No es de extrañar por tanto que Pedro el del Falcon no quiera aparecer por Salamanca. Lo que sí resulta muy extraño es que todavía haya veintiséis mil salmantinos que le voten, como pasó en las últimas elecciones generales. Será para agradecerle sus desvelos por esta tierra, su manifiesto empeño por hundirnos en la miseria.
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