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Opinión

Sacar los pies del tiesto

Martes, 27 de agosto 2024, 05:30

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Hace unos años fueron los bancos. Me refiero a los bancos buenos. No los de las comisiones por aquí y las comisiones por allá. Los bancos de sentarse a descansar mirando la puesta de sol. Nuestro Excelentísimo Ayuntamiento se empeñó en convertir nuestra ciudad en la más sedentaria del mundo y de la noche a la mañana, comenzaron a aparecer bancos por todas partes. Incluso en los lugares más insólitos e insospechados. Por ejemplo, frente a cualquier muro destartalado o las paredes más aburridas, donde a nadie se le ocurriría sentarse salvo para cumplir alguna íntima penitencia.

Tras la invasión de bancos llegó la invasión de las terrazas, también patrocinadas por nuestro Ayuntamiento. La excusa fue la recuperación de los negocios hosteleros tras los rigores a los que los había sometido la pandemia. Aunque poco a poco fueron desapareciendo todas las prohibiciones que nos mantenían alejados de las barras interiores, sillas y mesas invadieron sin coto todas nuestras calles y plazuelas, convirtiendo el paseo por cualquier zona de Salamanca en una eterna competición de salvar obstáculos.

Ahora llegó la hora de los tiestos. Son unas macetas gigantescas y muy poco agraciadas estéticamente que han ido floreciendo en los lugares más insólitos y que nos convierten a todos los vecinos en auténticos habitantes de la ciudad de Liliput. Floreros advenedizos y austeros de los que se desterró la belleza, por mucho que sobre ellos se haya aplicado el jardinero en hacerlos florecer. Son también tiestos colocados sin tino, a veces, por las zonas más hermosas de la ciudad vetando unas vistas que eran maravillosas antes de su instalación y donde ahora sueña nuestro sufrido patrimonio con su retirada con el mismo empeño que sueñan a medianoche con que vengan los camiones de la basura a retirar los contenedores para seguir hechizando a propios y extraños.

Personalmente, sueño con que si algún tiesto de estos fuera instalado un amanecer en mi calle y ya que parece que su misión es la de refrescar el ambiente, eviten la tierra, el laurel y los naranjos y llenen la maceta de agua. Será igual de mal recibido que el resto de los instalados por la ciudad, pero al menos yo podré bajar con mi correspondiente toalla y bañador o arrojarme dentro desde la ventana para darme el más reparador chapuzón. Todo sea por combatir los excesos del cambio climático y este calor insoportable que últimamente nos derrite las neuronas.

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