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¿Cuál es exactamente la diferencia tan esencial entre una obra de arte y cualquier banco de piedra o madera? ¿Qué cuidados o especiales precauciones cree merecer una escultura de bronce, por ejemplo, con respecto a cualquier otro adorno floral de esos que colocamos para que los turistas se fotografíen delante de ellos y se lleven un recuerdo de Salamanca? ¿Qué tiene de especial esa tal Náyade de Casillas habitualmente instalada en la plaza de la Constitución con respecto a cualquier farola? Es más, y ya puestos a cultivarnos y educarnos debidamente: ¿Qué puñetas es eso de la Náyade?

Algunas de estas preguntas estoy seguro que se habrá hecho el departamento correspondiente de nuestro Ayuntamiento cuando ante las preocupantes imágenes, difundidas en las redes sociales de la obra del escultor Agustín Casillas depositada en un vivero municipal de la Aldehuela sin ninguna vigilancia especial y con aspecto de estar abandonada entre escombros y otros materiales apartados del mobiliario urbano por parte de los operarios municipales, alguien de la familia del escultor pedía explicaciones.

La sensibilidad cultural y artística que viene demostrando a lo largo de los últimos años el Ayuntamiento de Salamanca, como hemos visto estos días de atrás con la polémica instalación de los polémicos tiestos por distintas zonas monumentales, es tan extraordinariamente peculiar y distraída que no es que no supere las más elementales nociones de cualquier alumno de parvulitos sino lo que es peor, da la impresión de que ante un recorrido por cualquier museo de arte mirarían con mucho más tiempo y dedicación la ventana donde espera el extintor dispuesto para cualquier emergencia que el cuadro de Joan Miró que pudiese encontrar instalado junto ella.

Y no se extrañen mucho si a continuación añaden por lo bajo con una sonrisa socarrona: «Doce cuadros como estos, los pintaría mi hijo de tres años en un solo minuto si le doy un rotulador».

Así están las cosas en nuestra querida casa grande y así tendremos que irlas asumiendo con paciencia y comprensión aunque también se agradecería enormemente que alguien con un poco de cabeza cualquier día programase unos cursillos para que los responsables de este tipo de decisiones (hoy este asunto de la retirada de la obra de Casillas, ayer el de la instalación de los tiestos, mañana ante cualquier intervención urgente de las muchas pendientes en nuestro patrimonio monumental) tengan al menos unas nociones elementales de lo que se traen entre manos.

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