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Tras el reciente y polémico fichaje de Broncano por Televisión Española y el correspondiente debut televisivo de quien se nos venía presentando como una maravillosa alternativa progresista y atrevida al humorismo un tanto rancio y conservador de Pablo Motos y su «Hormiguero», ya sabemos qué nos depararán los dos canales que compiten por merecerse los favores de la audiencia del prime time: tanto uno como otro, ambos dos, terminarán matándonos de aburrimiento. Como cantaba Sabina en los años ochenta como invitado en «Si yo fuera presidente» (aquel sí maravilloso talk show dirigido por García Tola), en aquella canción titulada «Teleespañolito», inspirándose en Antonio Machado: «Teleespañolito que ves la tele / uno de los dos canales / ha de helarte el corazón».
Leyendo el generoso pastizal que se le ofrecía a Broncano, uno que considera que la risa es el mejor billete con el que contamos para intentar escabullirnos un poco de la actual crispación instaurada en el ambiente por intereses políticos y de la salvaje actualidad bélica en tantos frentes abiertos, pudiéramos tener la esperanza de que vendría a aterrizar en televisión un auténtico e indiscutible crack, algo así como el Kylian Mbappé del humor. Resulta, sin embargo, que salvo que al señor Broncano le esté costando un poco aclimatarse a la televisión pública como le sucede a ciertos futbolistas en sus nuevos equipos, lo que nos han colado es un paquete previsible y encorsetado, más joven que Motos y de ahí tal vez la creencia de pertenecer a una estirpe más moderna y desprejuiciada, pero igual de vulgar y más bien cortito de ingenio y de capacidad para improvisar y sorprender. Es decir, otro aspirante a graciosillo gamberro de la clase y cuya máxima aspiración consiste en intentar arrancarle al invitado de turno cuánto dinero tiene en el banco y cuantas veces a la semana práctica el noble ejercicio de la procreación.
Es probable que Broncano acabe como Pablo Motos, convertido en el presentador con la cuenta corriente más boyante del actual panorama televisivo pero jamás alcanzará el talento y la genialidad de gente tan brillante e inteligente como Andreu Buenafuente o el Gran Wyoming, únicos humoristas actuales que acaso pudieran hacerle sombra a todos aquellos grandísimos humoristas (Gila, Tip y Coll, Martes y Trece, Faemino y Cansado) que nos hacían revolcar literalmente por el suelo riendo a carcajada limpia cada vez que tenían el detalle y la amabilidad en pantalla. Cómo se les echa de menos.
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