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El recién investido presidente de la Generalidad de Cataluña firmó previamente dos acuerdos políticos: con ERC uno y con los Comunes el otro. Ambos documentos contaron con el visto bueno de Pedro Sánchez.
El firmado con ERC contiene un apartado donde se trata de la «singular» financiación de Cataluña que destroza la LOFCA (Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas) y que de ponerse en práctica necesitaría no sólo una nueva ley orgánica sino, a juicio de muchos especialistas, cambios también en la Constitución.
Imaginemos que las reformas constitucionales se las salta el gobierno sanchista a la torera (para eso ha puesto en el Tribunal Constitucional a gente de su ralea a las órdenes de Conde-Pumpido), pero en el Congreso de los Diputados no parece que pueda contar con los votos necesarios para sacar adelante leyes que sin duda van a perjudicar al resto de las comunidades autónomas, la mayor parte de las cuales están presididas por personas del PP.
Uno ya hace tiempo que llegó a la convicción de que Sánchez no sólo es un mentiroso compulsivo, sino que también en él rige el principio de que pensar en pasado mañana es una pérdida de tiempo porque ¿quién sabe lo que puede pasar en las próximas dos horas?
Así pues, dejar a Illa a los pies de los caballos no creo que Sánchez lo descarte, aunque quizá a quienes deje tirados es a todos los españoles que no somos nacionalistas y sí somos la inmensa mayoría. Y es que a Sánchez esa inmensa mayoría se la trae al fresco, pues ya ha demostrado que tocando el tambor y anunciando la debacle nacional si ganan las elecciones «la extrema derecha y la derecha extrema» le viene dando buenos resultados. Y es que ya hace bastante tiempo que uno duda de la inteligencia de buena parte de nuestro electorado, esa que sigue votando a favor de un personaje como Sánchez para evitar que llegue al gobierno una derechona fascista hoy inexistente.
Para una persona como quien esto escribe, que ha desempeñado algún papel dentro del PSOE, resulta bochornoso que dentro de la organización (secretarios generales, comité federal, etc.) no se oiga ni una sola voz en contra de las cacicadas continuas de su secretario general. Se oyen voces institucionales -por ejemplo, la de García Page- que denuncian la barrabasada que Sánchez parece dispuesto a perpetrar de consuno con los separatistas catalanes, pero en el interior del partido todo lo que no es silencio son aplausos dirigidos al jefe.
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