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Opinión

Divorcios

Nadie en su sano juicio podrá negar que el divorcio es una desgracia para ambos cónyuges y sus hijos, si los hubieran tenido

Domingo, 1 de septiembre 2024, 07:51

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En 1976 apenas había contrayentes en España que no fueran solteros, y ahora, en las bodas, no lo son la quinta parte de ellos, principalmente porque hay muchos divorciados que se vuelven a casar, lo que eleva la tasa general de nupcialidad respecto a la de primeras bodas por 1.000 habitantes. Por ello, si calculamos la tasa equivalente de primeras nupcias por 1.000 habitantes (los solteros que se casan cada año por 1.000 habitantes), se observa una caída aún más acusada que en la nupcialidad general. Se pasa de 7,1 en 1976 a 3,0 en 2023.

Por otra parte, pocos cambios sociológicos en la España del último medio siglo son tan profundos como el desplome del porcentaje de españoles que se casan con menos de 30 años, que ha pasado de ser algo que hacía una abrumadora mayoría de compatriotas, a una pequeña minoría. La probabilidad teórica de dejar de permanecer soltero antes de los 50 años ha pasado de cerca del 100% en 1976 a solo el 43% para los varones españoles y el 47% para las mujeres en 2019. En cuanto a la edad de las mujeres en su primer matrimonio el año pasado fue de 34,7 años, la segunda más alta de Europa tras Suecia (34,8 años).

En 2023 se produjeron en España 80.065 disoluciones matrimoniales, muchas menos que en 2014, que fueron 105.893, pero esa caída no resulta significativa porque los matrimonios han caído en picado, desde 7,2 por mil habitantes en 1976 a 3,7 en 2022.

En España, el divorcio se legalizó en 1981 bajo el gobierno de Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD). No se produjo de inmediato la avalancha de divorcios que algunos habían pronosticado, pero sí a la larga, con un número creciente de rupturas conyugales en las dos décadas y media siguientes.

Nadie en su sano juicio podrá negar que el divorcio es una desgracia para ambos cónyuges y sus hijos, si los hubieran tenido. El analista Miguel Ángel García Vega publicó el 25 de agosto un reportaje en el suplemento Negocios de El País. Allí se lee: «Es un destrozo sentimental, pero, a la vez, y está bien estudiado, económico. Caen las rentas de la familia, baja la productividad, se multiplica la posibilidad de entrar en la pobreza, crecen los gastos de atención médica, desciende el potencial de ingresos futuros, aumenta la demanda de los servicios sociales y las mujeres se vuelven más vulnerables».

El analista recoge un caso en la persona David Cortés (nombre ficticio) que ha pasado un divorcio «duro, largo y caro». Pagó un precio alto. Le costó la salud, una depresión, ansiedad e insomnio. Perdió 20 kilos.

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