Deshacer el camino
Un hospital público gestionado por una empresa privada es un modelo abierto a situaciones perversas
Siempre he defendido que no existe una sanidad de izquierdas y otra de derechas. Cualquier Gobierno, sea cual sea su tendencia política, busca ofrecer la ... mejor atención sanitaria a sus ciudadanos, dentro de una limitación esencial que es el presupuesto. Me irrita mucho cuando los políticos utilizan el tópico de que el dirigente de turno «está intentando destruir la sanidad pública para favorecer a sus amiguitos de la sanidad privada». No creo en ello por varias razones: porque aún conservo la fe en que los políticos no son los conspiradores que nos intentan vender, y también porque existen cifras y datos objetivos que dicen que los partidos que más dinero destinan a la sanidad privada son, precisamente, los que suelen afear estas prácticas.
Esta semana se ha conocido una noticia que va a alimentar durante mucho tiempo esa teoría de la conspiración de políticos que quieren acabar con la sanidad pública. El Hospital de Torrejón es un hospital público bajo gestión privada y se han filtrado las conversaciones de su CEO, en las que anima a 'deshacer el camino recorrido' para reducir las listas de espera con el objetivo de tener «entre 4 y 5 millones de euros de beneficio». He revisado varias veces la conversación para cerciorarme de que no hay una descontextualización de las palabras y confirmo que no hay por dónde agarrarlo: es una aberración y una vergüenza. Se está sugiriendo a los profesionales del hospital que si hay determinadas cirugías o tratamientos que no son rentables para los objetivos económicos de la gestora, que se descarten.
Que la sanidad pública firme conciertos con la sanidad privada es una herramienta tremendamente útil, en la que el gran beneficiado es el paciente —que verá recortados sus tiempos de espera— y donde las clínicas privadas suelen verse obligadas a rebajar los precios de sus servicios. Pero la gestión privada de hospitales públicos es un sistema abierto a situaciones perversas como las de Torrejón, que van a hacer mucho daño al resto.
Un hospital público como el de Salamanca tiene sus propios métodos para administrarse económicamente. Hace años se idearon las Unidades de Gestión Clínica, en las que a determinados jefes de servicios se les permitía gestionar el presupuesto global de su departamento para fomentar una mayor responsabilidad de los gastos. Aquello -no por ser mala idea- se tumbó en los juzgados y no cristalizó. También existen los planes anuales de gestión y los techos de gasto, pero esos techos están para saltárselos. De hecho, creo que es buena señal que un hospital público gaste más de lo calculado. Es una demostración de que no se escatima: de que la salud de los usuarios está por encima de la cuenta de resultados.
Hasta hace pocos años, cuando un hospital se pasaba de los gastos previstos, sus profesionales no cobraban el llamado 'plus de productividad', pero en Castilla y León se decidió que no era justo vincular la gestión económica de un hospital con lo muy, o poco, productivos que sean sus profesionales en el día a día. Ahora, los hospitales de Sacyl se pueden pasar de gastos y sus trabajadores seguirán recibiendo ese plus por el trabajo bien hecho.
Durante años se ha invertido por encima de lo presupuestado todo lo que hiciera falta en mascarillas, epis, respiradores, vacunas, reactivos de pruebas PCR, alta tecnología... Ya no me atrevo a decir que esto habría sido igual en una red de hospitales que deben rendir cuentas a sus accionistas.
Desconozco las condiciones y cláusulas del contrato que Madrid ha firmado en el Hospital Torrejón, pero si tiene posibilidades de romperlo, ya está tardando en hacerlo.
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