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Sigue el bullicio en nuestros pueblos. Se multiplican todavía las fiestas patronales después del punto álgido alcanzado el pasado fin de semana con la Virgen y San Roque. Los niños corren y juegan por las calles y plazas y hay mucho ambiente en los bares y centros de reunión. Es un espejismo porque en pocos días volverá el vacío antes y durante la invernada.
Lo que sucede ahora no puede extrapolarse al resto del año. Insisto en ello por si todavía hay algún «forastero» que se lleva una idea equivocada por lo que ve estos días en pueblos y aldeas. Hay que volver a ellos dentro de cinco o seis meses, en enero o febrero, para darse cuenta de la realidad que se vive allí durante la mayor parte del año. Por si hubiese alguna duda del vacío demográfico que caracteriza a Salamanca o Castilla y León, además de los datos demográficos más recientes, resulta que, según un reciente estudio, España es el tercer país más urbanita de la Unión Europea (UE) ya que tan solo el 13 por ciento de sus habitantes vive en zonas rurales; solo nos «ganan» los Países Bajos con el 11 por ciento y Malta con el 3. La media comunitaria es del 26 por ciento de los habitantes en zonas rurales y el resto en urbanas.
Es verdad que, cuando la pandemia, y como consecuencia del confinamiento y la necesidad de buscar espacios amplios, hubo un cierto intento de volver a los pueblos. Pero, cuatro años después y visto lo que ha sucedido, se puede hablar de que aquello fue flor de un día. El de la urbanización de la población, la querencia por vivir en ciudades, no es un fenómeno exclusivo de España, ni mucho menos, porque se da en todo el mundo. ¿Por qué? Expertos tienen la sociología, la demografía y la psicología que pueden dar las explicaciones correspondientes, aunque dudo mucho que se pongan de acuerdo. Además, soy pesimista porque no veo yo que la tendencia vaya a cambiar a corto plazo y los habitantes del mundo, en la medida de nuestras posibilidades, seguiremos empeñados en concentrarnos en las grandes urbes.
No obstante, de vez en cuando, surge un rayo de esperanza. Por ejemplo, habrá que prestar atención a lo que suceda en las próximas elecciones en Estados Unidos. Allí, Tim Walz, elegido candidato a vicepresidente por el Partido Demócrata, que es gobernador de Minnesota, ha presumido en público de sus raíces rurales en un intento por atraer los votos del estadounidense medio de una serie de Estados que se consideran bisagras y claves para el resultado final. ¿Significa esto que el voto rural va a ser determinante en las próximas elecciones «yanquis»? Puede que sí.
¿Supone lo anterior que los problemas del mundo rural van a estar presentes en el día a día de la agenda de los Estados Unidos? Ojalá, aunque tengo un cierto escepticismo. En cualquier caso, bienvenida sea esa reivindicación de lo rural en la que todavía es la primera potencia del mundo. La esperanza es lo último que se debe perder.
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