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LA TRASTIENDA

Dinero: libertad o comodidad

Durante los últimos años he asistido alarmado al fenómeno creciente de no llevar «dinerín» en billetes o en monedas

Viernes, 2 de mayo 2025, 08:05

Espero que el apagón del lunes sirva para que unos cuantos hayan vuelto a valorar el llevar dinero contante y sonante en el bolsillo. No es la primera vez que escribo sobre el asunto y, mucho me temo, que tampoco será la última. Soy firme partidario de tener en la cartera unos euros. Debe ser cosa de la edad. Durante los últimos años he asistido alarmado a un fenómeno creciente protagonizado por los más jóvenes, al que se han sumado los maduros: no llevar «dinerín» en billetes o en monedas y fiarlo todo a las tarjetas, al pago con el móvil y, por lo tanto, al funcionamiento de los diversos sistemas electrónicos, para lo que es necesario que haya luz y que funcionen las comunicaciones. El lunes fallaron ambos, la energía eléctrica, los datáfonos y otros instrumentos similares. Presencié cómo en muchos establecimientos de Madrid, supongo que en el resto de España sucedió tres cuartos de lo mismo, pedían el pago en efectivo y, en caso contrario, no había venta. Y fui testigo de la desesperación de unos cuantos ciudadanos, aspirantes a conseguir una simple botella de agua o unas pilas para la linterna o el transistor, cuando no podían rematar la compra. Tuve que socorrer a algunos para saciar su sed.

El fenómeno anterior no es exclusivo de España, sino que se da en casi todo el mundo. Hace tres años, en Australia, lo raro era pagar con dinero. Es más, en muchos comercios y restaurantes había carteles avisando que solo se podía abonar los bienes y servicios mediante medios electrónicos y telemáticos. Sin embargo, se abre una puerta a la esperanza, porque también es verdad que, en algunos países del centro y norte de Europa, como Alemania o Suecia, se están dando pasos en sentido contrario y han surgido con fuerza movimientos ciudadanos que reivindican el derecho a pagar con monedas y billetes físicos. Me parece todo un logro, que espero se registre también en España a raíz del apagón del lunes. Vamos cediendo parcelas de nuestra libertad y de nuestro derecho a la intimidad en aras de la comodidad. Al pagar con estos medios modernos, facilitamos datos sobre gustos, aficiones, compras, los productos que más consumimos o lugares a los que vamos, a las entidades financieras, empresas de todo tipo, operadoras de telefonía y, lo que es más grave, a los sabuesos de la Agencia Tributaria. Todos ellos nos tienen cada vez más cercados.

¡Ojalá que lo sucedido a principios de esta semana sirva para que recapacitemos un poco sobre nuestras contradicciones! Y, una de ellas, es la reivindicación por activa y por pasiva de nuestro derecho a la libertad, mientras en paralelo vamos cediendo parcelas de la misma. Mucho se está escribiendo y hablando estos días del funcionamiento del sistema eléctrico, intentado desentrañar un asunto que para los ciudadanos y consumidores de a pie es un imposible; también de las vivencias de cada uno en esas horas, pero poco de la necesidad de volver a valorar el dinero en efectivo. Está en juego, ni más ni menos, que nuestra libertad.

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