Secciones
Destacamos
En plena negociación para la integración de España en la entonces Comunidad Económica Europea (CEE), a principios de la década de los ochenta, el entonces jefe de la delegación de nuestro país, Manuel Marín, se las vio y se las deseó para explicar a los representantes de la Comisión Europea y de algunos Estados miembros, entre ellos Francia, lo que significaba una canción popular. Los hechos fueron los siguientes, contados por el protagonista, y partían de la mala fama que tenían los pescadores españoles y de los frecuentes conflictos que había en el Gofo de Vizcaya entre barcos vascos y las autoridades galas: en una de esas sesiones de negociación, de pronto, cuando se debatía el capítulo pesquero, la delegación comunitaria paró las conversaciones y proyectó unas imágenes, tomadas desde un helicóptero galo, en las que se veía un pesquero con todos los tripulantes en cubierta; desde la aeronave se conminaba a dejar de faenar y esperar la llegada de las patrulleras francesas para conducirlos al puerto más cercano; en un momento dado, los pescadores se pusieron a cantar lo siguiente, mientras agarrándose salva sea la parte miraban hacia arriba: «Chúpame la minga, Dominga, que vengo de Francia; chúpame la minga, Dominga, que tiene sustancia». Cuando acabó la proyección y se encendieron las luce, preguntaron a Marín que significaba aquello; este salió como pudo, y respondió, según nos contó días después, que era una canción popular española sin ánimo ofensivo. Evidentemente no le creyeron porque los franceses sabían perfectamente de qué iba el estribillo. Nos dijo Marín que fue uno de los momentos más embarazosos del proceso negociador.
Si las conversaciones hubiesen tenido lugar en estos días, el momento complicado hubiese sido otro. Hace poco más de un mes, cinco semanas para ser exactos, escribí en estas mismas páginas una columna titulada «el artículo 2 de la UE», en el que hoy me reafirmo punto por punto y con más fuerza si cabe después de los hechos protagonizados por el socialsanchismo y su máximo responsable, el marido de Begoña. Planteaba la siguiente hipótesis: «vamos a suponer que España no fuese miembro de la Unión Europea (UE) y solicitase su adhesión a la misma, ¿se aprobaría su candidatura o se rechazaría». Pues bien, cinco semanas después la situación se ha agravado y, si entonces tenía mis dudas, ahora ya son certezas: difícilmente se aprobaría esa candidatura por no cumplir el artículo 2 del tratado fundacional que es muy claro al respecto: «La unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, estado de derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías». ¿Acaso el Gobierno socialsanchista respeta el Estado de Derecho hoy en España? Visto lo visto en las últimas horas, yo creo que no, y encima, al igual que los pescadores de antaño, nos quieren hacer creer que sí lo hacen. Desde Moncloa y Ferraz no cantan lo mismo, Dominga, pero casi.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.