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DE PASO

Cada día más pobres

Merecería la pena la presión fiscal si al menos tuviésemos buenas infraestructuras, pero vivimos en el epicentro del bache y el retraso

Miércoles, 6 de agosto 2025, 06:00

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María Jesús recibe al día casi seis euros de cada salmantino. Con el dinero que ingresa, en menos de una semana podría financiarle a su amigo Óscar la reparación de la autovía desde la capital del Tormes hasta Ciudad Rodrigo. Pero, como este se ha descuidado mucho entretenido con las redes sociales, realmente no le basta con eso. Necesita casi 40 millones para rehabilitar totalmente la descuidada A-62. Esta es una historia de ministros. Y la moraleja que con el esfuerzo que hacen los vecinos de la provincia, en solo tres semanas se podría disponer de los fondos necesarios para una obra que contribuiría a reducir el número de muertes en las carreteras de la provincia. Porque, aunque no han trascendido las causas de los accidentes de este fin de semana, está claro que el deplorable estado de las autovías no ha ayudado en nada a evitarlos. Habrá que sentarse a esperar porque no parece que dotar a Salamanca de unas carreteras dignas figure entre las prioridades de la sevillana y el vallisoletano, al que le encanta mimar a su tierra mientras le hace burla a los que viven en la de al lado.

Pagamos mucho al Estado. Y no nos renta ni lo más mínimo. Ni siquiera el imputado Montoro nos exprimía tanto cuando presuntamente beneficiaba a empresas amigas. Cada salmantino pagaba entonces 2,8 euros al día en impuestos, la mitad que ahora.

Lo rebatirán los incondicionales del sanchismo esgrimiendo la «espada» del empleo. A más ocupación, más recaudación, dirán. Es cierto que nunca antes se habían alcanzado cifras tan elevadas de trabajadores. Pero no se engañen, las cuentas no salen. En 2016 cada uno de los 114.825 afiliados a la Seguridad Social aportaban una media de 513 euros a la saca del IRPF. Hoy siendo 132.133 pagan 1.089. ¿Acaso usted cobra ahora el doble que hace una década? Pues, María Jesús, sí lo ingresa. Y lo pagamos todos. Merecería la pena el aumento de la presión fiscal si contásemos con unas buenas infraestructuras y comunicaciones que nos alejasen del aislamiento que nos pisa los talones. Pero, no. Vivimos en el epicentro del bache y el retraso.

También alegarán los devotos de Pedro que el consumo se ha elevado. Para que se hayan doblado los ingresos con IVA, comerán ellos ahora el doble que hace diez años y habrán duplicado también su fondo de armario. Yo solo veo que los precios se han disparado, el impuesto no se ha rebajado y a fin de mes se llega ahogado por un cinturón que no se puede estrechar más.

Rozamos el absurdo: a un matrimonio con dos hijos le merece más la pena renunciar a su única nómina que seguir viviendo del trabajo. Pese a la lucha de Yolanda por elevar el Salario Mínimo, el Ingreso Mínimo Vital puede resultarles más cuantioso y además no es necesario trabajar ni hacer el más mínimo intento por buscar empleo. Lo dicen la Airef y las ONG. Es necesaria una red de ayuda que evite que las personas más vulnerables carezcan de los ingresos mínimos para subsistir. Pero, tal y como la ha configurado el Gobierno, la telaraña de protección social del Estado enreda hasta tal punto a quienes caen en ella, que hace que les resulte imposible salir. Las críticas no son porque no potencie la inserción laboral, sino porque penaliza al que trata de vivir del trabajo, ya que se arriesga a contraer una deuda con el Estado al tener que devolverle gran parte de las ayudas cobradas.

El Gobierno no incentiva la excelencia, sino la mediocridad y la dependencia. Ha conseguido extender la actual política educativa que repudia la cultura del esfuerzo, a la vida real. Cada día hay más pobres y somos más pobres.

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