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Que entre la luz

Y parece que va a ser necesario que nos invadan los extraterrestres para que entiendan que el enemigo no es el de otro país

ANA SUÁREZ

Sábado, 21 de diciembre 2024, 05:30

La escena es la siguiente: huyendo de los disparos, en medio de un feroz combate, Mike Donovan, cámara al hombro, queda paralizado ante un inmenso platillo volante que aparece de repente. El conflicto se detiene de inmediato. En ningún episodio posterior vuelve a atisbarse ninguna lucha entre terrícolas, porque ahora el enemigo es común para todos los países de la Tierra, y solo unidos pueden enfrentarlo para tener alguna posibilidad de victoria.

Algunos lectores pueden no saber de qué hablo, pero otros muchos ya habrán reconocido el inicio de la mítica serie V, mucho antes de que la malvada Diana se comiera una rata y traumatizara a toda una generación. Y parece que va a ser necesario que nos invadan los extraterrestres, a la vista de lo que estamos oyendo las últimas semanas, para que algunos entiendan que el enemigo no es el de otro país, ni siquiera si ha llegado en un cayuco o escondido en los bajos de un camión. Por cierto, que levante la mano quien no tenga un tío o un abuelo que emigró a otro país en busca de una vida mejor.

La humanidad se ha construido sobre movimientos de poblaciones que buscaban una tierra menos hostil o con más oportunidades. Y eso cambiaba la fisonomía de las ciudades, las costumbres, la cultura y a las propias personas. La diversidad enriquece y permite avanzar a las sociedades, antes y ahora. Pero ahora, las políticas de muros y de odio han transformado la inmigración en un desafío global en el que los mayores perjudicados son los seres humanos, a veces niños, que toman la difícil decisión de cambiar un presente incierto en su tierra por un futuro más incierto aun en un lugar lejano. Y da igual si es un marroquí musulmán o un argentino católico.

Que la inmigración es un fenómeno preocupante lo sabemos todos. Y quiero pensar que muchos son conscientes de que es preciso abordar el tema de una manera global, consensuada, desde el respeto a la persona inmigrante y garantizando la integración y la convivencia. Pero también está claro que quienes quieren aprovechar ese discurso del odio como chantaje para sus pretensiones políticas saben muy bien que el enfoque con que se plantee esta cuestión puede decantar la opinión pública hacia la deshumanización y la criminalización del inmigrante.

Es comprensible la desafección política si quien se dedica a este noble oficio ignora una y otra vez, sin el menor pudor, que una parte fundamental de su labor consiste en llegar a acuerdos con aquellos que han sido legitimados por las urnas, aunque sus posturas sean diferentes. Amenazar con romper pactos o no apoyar presupuestos «si se llega a acuerdos en materia de inmigración» no es digno de quien dice dedicarse al bien de los ciudadanos. Y menos aún si hay una cuestión de derechos humanos por medio.

Va siendo urgente que entre la luz, como cantaba Tahúres Zurdos, y cruzo los dedos para que este solsticio de invierno lo consiga y el día triunfe sobre la noche, trayendo cada vez más horas de sol y con él, el renacimiento de la vida, la renovación y la esperanza. Cuánta falta nos hace.

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