'Antes la verdad que la paz'
«Yo no los miro. Que no me miren ellos a mí», sentenció Unamuno. La libertad no es tomar el sol desnudo, sino que no te importe que te vean
Desde pequeño nos dicen lo que es correcto y lo que no. Discernir entre el bien y el mal es un requisito básico que tiene que tener todo ser humano, pero por desgracia hay muchas personas que se hacen bastante lío con esta disyuntiva. Una de las enseñanzas vitales que nos inculcan también de serie es que hay que decir la verdad y no mentir. Eso lo aprendemos, pero nos cuesta ponerlo en marcha al 100%. Es decir, intentamos no decir mentiras, pero la verdad no la decimos siempre y es que estamos encorsetados en un discurso social y vivimos atenazados por el qué dirán, por la responsabilidad de ostentar un cargo de relevancia, por las consecuencias que pueden tener nuestras palabras, por salirnos de la hoja de ruta establecida…
Por eso, cuando alguien se libera de alguno de esos yugos en sus discursos brilla sobremanera. Eso le sucedió al ya exrector de la Universidad de Salamanca Ricardo Rivero el otro día en su intervención en la ceremonia de 'honoris causa' de Miguel de Unamuno. Se desmelenó y estuvo soberbio con un verbo fluido, mordaz, certero, elegante y despertando el aplauso y la aprobación de casi todo el mundo. Rivero siempre se ha caracterizado por ser un orador de altos vuelos y es que sus turnos de palabra nunca defraudan. No obstante, el otro día en el Paraninfo estaba suelto, iba sin red, sin preocupaciones, sin losas, sin corsé… La razón es que él ya sabía que horas después iba a renunciar a su cargo como rector de la Universidad de Salamanca, algo que llevaba meses pensando y debatiendo en su interior.
Es curioso ver que en muchas ocasiones tenemos que quitarnos piedras de la mochila para poder respirar y decir lo que de verdad pensamos. Hagan un ejercicio mental. Ni se les ocurra ponerlo en práctica ya que las consecuencias pueden ser catastróficas. Piensen qué sería de ustedes si dijeran lo que piensan de verdad, lo que les sale de dentro. Sentirían un alivio indescriptible, pero caerían los beneficios de sus empresas ya que algunos de sus clientes sabrían de verdad lo que opinan de ellos, en muchos círculos sociales ya no serían invitados por poner las cosas en su sitio y perderían amigos que no quieren escuchar la verdad verdadera...
No se preocupe que lo hacemos todos. Nuestro orden social consiste en no decirnos todo, sino en ir con el freno de mano puesto. Como no será la cosa, que para arreglar este error de nuestro sistema informático como civilización nos inventamos una solución que son las mentiras piadosas. Este recurso nos ayuda a disfrazarnos de honestos, pero en realidad es un escudo para proteger nuestros verdaderos pensamientos.
No obstante, Rivero, que es un confeso admirador de Unamuno, le hizo el mejor homenaje que se le puede hacer al rector perpetuo de la Universidad de Salamanca: «Primero la verdad que la paz». El intelectual vasco tenía esa valentía para decir lo que pensaba sin medir las consecuencias. Le daba igual si enfadaba a la monarquía, al régimen, a los rojos, a los azules, a los mediopensionistas, a los rusos, a los franceses o a los de Medina del Campo. En su destierro en Fuerteventura tomaba el sol en cueros y un día hubo quejas. «Yo no los miro. Que no me miren ellos a mí», sentenció. Y es que la libertad no es tomar el sol desnudo, sino que no te importe que te vean. Por cierto, tanto hablar de decir la verdad, pero en realidad quiero que sigamos disimulando, ya que no estoy preparado para escuchar todo lo que dirían de mi persona si la verdad derrapara por la vida. Me lo puedo imaginar, pero soy más feliz no sabiéndolo.