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ESCRIBE O REVIENTA

Bulos de destrucción masiva

Es tentador pensar que si la noticia falsa es contra uno que me cae mal, me la creo, mientras que si ataca a algo que valoro, busco si es cierta

Lunes, 2 de diciembre 2024, 05:30

La carrera armamentística a lo largo de la historia es la que ha marcado quién dominaba el mundo. El que iba introduciendo mejoras se llevaba las batallas de calle y por consiguiente conquistaba y dominaba a su antojo. Tras siglos y siglos dándole al coco para idear formas de someter al prójimo, hemos llegado a un avance superlativo en cuanto a armas se refiere con la proliferación de los bulos. Las noticias falsas, los engaños o las mentiras descaradas están a la orden del día y siempre salen a la luz con el fin último de manipular al personal. Son el arma más eficaz en la actualidad para bombardear al enemigo.

El Gobierno ahora está muy preocupado por esto de las trolas. Ellos definen bulo cuando una noticia les critica o les afecta negativamente, mientras que si es a otro partido es una verdad como un templo. Es decir, no quieren perseguir los bulos, sino las informaciones que sean contrarias del argumentario de La Moncloa.

Se han puesto de moda las fake news y se debe principalmente a dos factores. Primero, a que la tecnología ha ayudado a perfeccionar la mentira a unos niveles muy sofisticados; pero, en segundo lugar, la gente se traga cada trola que se lo tienen que hacer mirar… Es tentador caer en la trampa de que si la noticia falsa es contra uno que me cae mal, me la creo a pies juntillas, mientras que si ataca a algo que valoro, sí pongo el pie en el suelo para ver si es verdad o mentira.

Las redes sociales multiplican exponencialmente la propagación de estas falacias, pero noto que en líneas generales la ingenuidad de la sociedad española ha crecido a cotas insospechadas. Y eso que tenemos muchos listos en España. Está el erudito de turno que presume de conocer todos los secretos del vino y si le meten uno que se envasa en cartón como si fuera una botella premium lo detecta al instante. Este sabelotodo pide un filete y mientras que mastica te hace el árbol genealógico de la vaca y lo que han comido todas las generaciones de esa ganadería. El listillo, por supuesto, sabe cómo hay que operar, qué alineación tiene que sacar su equipo si quiere ganar, cómo debe ser regulado el tráfico en su ciudad o de qué modo solucionar todos los problemas mundiales. Pero el superdotado este después se cree la primera tontería que le sale en Instagram y es el primero que la propaga añadiendo que él fue uno de los pocos que vio en directo lo de Ricky Martín, el armario y la mermelada.

Ni que decir tiene que la información de calidad hay que ir a buscarla a los medios de prestigio como LA GACETA. ¿Quiere desactivar un bulo en su grupo de amigos? Pregunte la fuente. Si le dice que es un medio de comunicación serio se lo puede creer, pero si lo ha visto en el perfil de Instagram de un tipo de Pakistán del que no sabes nada, pues hay que ponerlo más que en cuarentena.

Yo no sé tanto como el iluminado del que hemos hablado antes, pero distingo cuando un tejido es bueno o no, cuando una camisa es fea o no o cuando una comida es precocinada o se trata de uno de los manjares con los que me agasajan mis suegros. No hay que ser muy listo. Pues me pregunto cómo tanta gente a la que considero que tiene dos dedos de frente se puede creer las estupideces que circulan por el universo de nuestros teléfonos móviles.

El que difunde bulos tiene culpa, pero el que los engulle sin ningún filtro también es culpable.

Consejo de amigo. Lea LA GACETA y viva tranquilo alejado de los bulos, que en esta casa llevamos más de un siglo combatiéndolos y desmontándolos.

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