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Este chisme está atrasado. Su corrector subraya en rojo el título, advirtiéndome de que es palabra incorrecta. No sabe que la acaba de admitir, (junto a parafascista y otras dos mil quinientas, más o menos), la Real Academia de la Lengua. Como notarios del lenguaje del pueblo, han dicho sí a coronavirus, trolear, finde... Sucede que la gente joven, mayormente iletrada, se maneja con apenas trescientas.

Es buen momento para expresar nuestra gratitud, como españoles y amantes de la lengua que hablamos cerca de 600 millones de personas, a la venerable institución, que lleva un año movidito en defensa de la lengua. Especialmente, por razones de salmantinismo, a Antonio Fernández Alba, Víctor de la Concha, José Antonio Pascual, y Mari Paz Battaner (responsable ayer de la presentación a los medios) y en el recuerdo, al recientemente fallecido Rodríguez Adrados. Primero con el dichoso lenguaje inclusivo, informando que la Constitución española es “gramaticalmente impecable”, contra los(as) que pretenden decir -valgan dos ejemplos-, miembro y miembra, o por favor y por favora. Y por estas fechas, la progresía política pone a la prestigiosa Academia frente a otro de sus enredos: informar si la Ley llamada Celaá puede poner en cuestión el uso del español en algún territorio del Estado (léase, de momento, Cataluña) y obstaculizar la educación en la lengua materna. En suma, si la disparatada norma (la calificación es mía) se desvía de la protección que el artículo 3 de nuestra Carta Magna dispensa al español. Se desvía, sostengo.

Como columnista también lo celebro porque me autoriza a escribir fascistoide, al abrigo del diccionario. ¿Quiénes creen ustedes que hoy en España tiende más al autoritarismo, que es lo que define al nuevo término? Un guaperas de discoteca, narciso de manual, intelectualmente desvalido, culturalmente en la inopia, políticamente nefasto, pero con unas ansias inmensas de mandar, mandar y mandar, que colma diariamente, tras consultar con el espejo quien es más guapo y listo que él. Estoy seguro de que ya has pronunciado su nombre, amigo lector: sí, Pedro Sánchez. Quien sigue la consabida tradición socialista -y de toda la izquierdorra patria-, de tildar de facha a todo el que no sea de izquierdas. Cuando, hoy por hoy, quien más tiende al autoritarismo es él, el infumable Sánchez. Presidente, ¡fascistoide!

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