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¿Por qué las mascarillas siguen siendo obligatorias en el transporte público? No lo entiendo. ¿En el autobús urbano, con veinte personas, existe un riesgo de contagio mayor que en la oficina, en el teatro o en el bar con el doble o el triple de personas? No lo creo.

Analicemos la situación. Cojo el autobús número 1 en una parada del paseo de la Estación. Antes de subir tengo que ponerme la mascarilla. Como es obligatoria, todos los viajeros, como mucho veinte o treinta, la llevan, a quien se le olvida, se lo recuerda el conductor y si no tiene, se queda en tierra. El caso es llevar la mascarilla, aunque ya dentro algunos tengan la nariz al aire y algunos la lleven abierta por los lados, incluso los hay que lucen mascarillas con numerosos usos como delata el tejido gastado. Es decir, que esos “tapabocas”, como también se les ha denominado a lo largo de la pandemia, hacen poco o nada como mecanismo de protección frente al contagio por virus.

El trayecto hasta la Plaza Mayor de Salamanca dura apenas diez minutos. Bajo del autobús e inmediatamente me retiro la mascarilla. Durante la pandemia las integramos en nuestros hábitos cotidianos con más o menos gusto, pero desde que no son obligatorias nada más que en el transporte público, las farmacias y los centros sanitarios cuesta mucho llevarlas.

Bajo del autobús y voy al teatro Liceo a ver una representación. Está lleno, unas 500 personas ocupan los asientos del patio de butacas y los dos anfiteatros. La obra, dentro de la programación para el público familiar, dura cerca de una hora. Entre los asientos generales apenas existe distancia, los asistentes están sentados codo con codo, igual o más cerca incluso que en el autobús. Pocos llevan mascarilla, alguna persona de mayor edad y algún pequeño que no para de toser.

¿Por qué en el autobús urbano, con un grupo reducido de personas y en un trayecto de poco más de diez minutos tengo que utilizar la mascarilla, pero en el teatro con quinientas personas con las que comparto espacio durante más de una hora no es necesario? Seguro que se han hecho esta u otra pregunta similar en alguna ocasión.

Salvo que la pandemia se agravase, cosa que los expertos no prevén, ¿lo sensato no sería quitar las mascarillas en todos los espacios salvo los sanitarios?

El consejero de Sanidad de Castilla y León, Alejandro Vázquez, ha mantenido en reiteradas ocasiones que se elimine la mascarilla en el transporte público, tal y como han hecho otros países del entorno, y ha pedido “congruencia”, pero de poco o nada han servido sus palabras. “No sé si tiene mucho sentido montarte en el autobús y ponerte la mascarilla y quitártela para entrar en el bar”, se ha preguntado el consejero de Sanidad. Pero el tema no se ha tratado en la Comisión Interterritorial y, como consecuencia, seguimos con mascarillas en el bus.

“Siempre hemos adoptado las decisiones de las personas expertas y, por tanto, hasta que las personas expertas no hagan un pronunciamiento contrario, vamos a esperar”, afirmó hace un mes la ministra de Sanidad, Carolina Darias, al ser preguntada por este asunto a su llegada a Bruselas para reunirse con sus homólogos de la Unión Europea. Podría copiar la ministra de sus compañeros de otros países europeos donde se aplica el sentido común. Insisto: ¿No sería más sensato que en lugar de imponer el uso de la mascarilla en el transporte se promoviera su uso, en el autobús, el bar o el teatro, en cualquier lugar, cuando alguien tenga síntomas de covid, gripe o cualquier otra enfermedad respiratoria? Respondan ustedes.

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