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Hasta ahora he sostenido siempre que el Gobierno actual se dividía en dos: el de los sanchistas y el de los de Iglesias. En apariencia el lío montado alrededor de Juan Caros I lo ha vuelto a corroborar: mientras que Sánchez y Carmen Calvo dicen una cosa, llegan Pablo Iglesias e Irene Montero, dicen otra, que suele ser la contraria. ¿A quién hacer caso entonces? Llegados a este punto me ha surgido la duda: ¿a ver si van a ser un solo Gobierno con dos manifestaciones distintas, porque se han repartido los papeles y están escenificando un paripé? A medida que pasan los días crece en mí la sospecha de que Pedro y Pablo lo tienen todo pactado y “atado y bien atado”, como dijo no me acuerdo quién. Ya me gustaría saber lo que pasa en las comidas de coordinación que celebran ambos y lo que sucede en las reuniones del Consejo de Ministros. Creo recordar que se levantan actas de estas últimas, aunque de momento sean secretas. Y digo lo de momento, porque supongo que alguna vez se harán públicas y que esos documentos serán claves para los historiadores.

Cada día que pasa se acentúa la sospecha de que hay una operación para acabar con el régimen de La Transición, que nos ha dado los cuarenta años largos más fructíferos de la historia de España durante los últimos siglos. Con todos sus defectos, que como toda obra humana los tiene, por supuesto. Y el Rey Juan Carlos ha sido una pieza clave del proceso. Con sus graves errores, sobre todo los últimos, nadie podrá negar la utilidad de la Monarquía representada en su persona durante esas cuatro décadas hasta que abdicó. Será la historia la que termine juzgando su labor de conjunto, pero, así, con los datos de hoy, lo positivo supera a lo negativo.

Sin embargo, tengo la impresión de que solo aquellos que contamos ya con una cierta edad, o edad y media, y que también fuimos protagonistas de la Transición, lo valoramos en sus justos términos. No veo a las generaciones más jóvenes, comenzado por la de Sánchez y la de Iglesias, reconociendo el papel de Juan Carlos I, ni tampoco el de las generaciones que de una u otra manera protagonizamos la Transición, que fue una labor colectiva de muchos españoles, insisto, con todas las virtudes y los defectos. Cada día que pasa se acentúa mi sensación de que comienzo (comenzamos) a “estar amortizado”. Solo un dato: ni conozco personalmente, ni he coincidido nunca con Juan Carlos I. Lo más cerca que he estado de él fue en el Palacio Real, en la firma del Tratado de Adhesión de España la entonces Comunidad económica Europea (CEE) en junio de 1985 y en alguna corrida de toros.

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