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Permítame que ocupe este espacio para cumplir un mandato. El encargo me llegó gracias a una llamada de Chapu Apaolaza, amigo y compañero, siempre dispuesto a participar y a divulgar todo lo que tenga que ver con el toro. Él fue quien me abrió los ojos y las puertas a la Federación Española del Toro de Cuerda. Y así fue como, hace hoy una semana, acabé en Teruel para aceptar ser el embajador de una fiesta milenaria que ha recorrido muchos siglos. Reconozco que cuando me lo propusieron apenas conocía las entrañas de este rito tan remoto como los tiempos. Hoy me confieso sorprendido por su variedad, su riqueza y conquistado por la pasión de sus gentes.

El toro de cuerda es mucho más que un animal, una maroma y un gentío. Es una auténtica concentración de cultura que reúne a un centenar de pueblos y ciudades que interpretan a su manera la liturgia. En Teruel, esa hermosa capital a la que la sinrazón administrativa ha dotado antes de un aeropuerto que de autovías, se guía al toro hasta el mismo corazón de la ciudad. Y allí, sin ninguna protección añadida al urbanismo, se disfruta de la fiesta enriquecida por la soga y una baga. El rito cambia de Norte a Sur y de Este a Oeste. Se llama sokamuturra, capllaçat, ensogado o enmaromado, dependiendo de su geografía. Aunque la esencia es la misma. La cuerda es el hilo conductor de la tradición y su poder de convocatoria es impresionante.

Para muchos aficionados taurinos este tipo de festejos son menores, ¡craso error! Porque son justo lo contrario. Crecen mientras algunas ferias merman al ritmo que lo hace la asistencia a las plazas de toros. La raigambre de los festejos populares debería ser parte del espejo para levantar la depreciada Fiesta en muchos sitios.

Su principal patrimonio son sus gentes y sus virtudes radican en la emoción, la diversión y la participación, precisamente lo que se ha perdido en muchos cosos taurinos a base de edulcorar el espectáculo por la imposición de las figuras o del empresario de turno. Habrá quien critique también a estos festejos achacando su éxito a la gratuidad. Pero no es así. De hecho el Congreso Nacional del Toro de Cuerda mueve cada año a 40.000 personas que se desplazan donde sea, cuando sea y por lo que sea. El fervor que les acompaña reside también en su carácter netamente popular. La tradición aquí es sentida como propia por muchos y no solo por sus incondicionales. Todo lo contrario también a lo que le ocurre a la Fiesta, tantas veces manejada por los intereses de unos pocos en detrimento de la mayoría.

Gracias por dejarme contárselo hoy en este espacio. Se lo he dicho como lo siento. Porque más allá de la embajada creo que este toro tiene cuerda para siglos.

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