Cuéntame
Crecí en un hogar en el que no faltó nunca nada, gracias al tesón y al sacrificio de mis padres, pero en el que no ... habitaban los caprichos. Carne, pescado y huevos, además de caza. Frutas, verduras y mucha legumbre, pero ni una golosina. Pecábamos solamente de lácteos, en los que mi madre siempre ha tenido mucha fe, y embutidos, en los que cree firmemente mi padre. Pero no supimos lo que era el picoteo hasta ya adultos, si salíamos de excursión llevábamos un bocata y el menú lo marcaban los productos de temporada. Estoy hablando de otro tiempo, en el que no se dejaba nada en el plato por respeto a quienes pasaban hambre, no sabíamos lo que era una dieta y apenas las dos cadenas de televisión nos comenzaban a adentrar en el engañoso mundo de las marcas. Un tiempo que he recordado con cariño y nostalgia en algún capítulo suelto de la serie “Cuéntame” de TVE. O al menos eso creía yo, hasta que he leído el informe FMCG Demand Signals de la consultora IRI, que analiza la evolución de los hábitos de compra y que constata que hemos vuelto a los años setenta. “Es uno de los mayores cambios de comportamiento de consumo de las últimas cinco décadas”, dice. El 71% nos limitamos ahora a comprar básicos, “priorizando esenciales como la leche, la pasta o las legumbres” y no dejamos entrar en casa otro producto de limpieza que no sea la lejía. Mamá, la historia te ha terminado dando la razón.
Han vuelto al hogar la estética y la peluquería, las cervezas nos las tomamos también en casa y optamos por las marcas blancas. Congelados y precocinados son más baratos que los frescos y, así, la despensa actual se vuelve sin duda más menesterosa desangelada que aquella de mi infancia. Recorremos cuatro veces más tiendas en busca de precios más a nuestra medida y los comercios ya no atraen clientela con ofertas, sino que recurren al truco de mantener artificialmente bajos los precios de algún producto básico clave, para que el comprador, una vez allí, se lleve algo más. Un viaje en el tiempo de la mano de la inflación. Una superproducción que por momentos entra en el género del terror: el 35% recurre al crédito para poder pagar facturas y el 58% reduce incluso la compra de productos básicos, se salta alguna comida o apaga la calefacción. Ya me hace ya menos gracia el “Cuéntame”. Se esfuma la nostalgia y se esfuma también por momentos el siglo XXI. La tiranía de los precios nos está devolviendo a la casilla de salida de un juego en el que somos claramente los perdedores. Alguien debería contarnos cómo pasó. Alguien debería dar explicaciones. Después de tantos y tantos capítulos, cuando los personajes habían ido creciendo hasta convertirse en adultos, nos encontramos con que hay que volver a empezar desde el precario principio.
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