Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Digo yo que España está triste o, por lo menos, me lo parece. Entre la vuelta de las vacaciones de verano, el comienzo del curso en todos los ámbitos, que los días son más cortos y que el otoño ha hecho su aparición durante algunas jornadas, hechos a los que se suma la especial situación que nos está tocando vivir, los ánimos andan por los suelos o al menos eso es que me parece. El ambiente de nuestras ciudades y pueblos es más que tristón. Sin ir más lejos, ayer, en uno de los restaurantes a los que suelo acudir el ambiente era más que deprimente; tan solo dos mesas ocupadas, cuando el año pasado por estas mismas fechas hubiese habido dificultades para conseguir una. Pero es que el miércoles, en otro local me encontraba solo con mi acompañante, y el lunes me sucedió tres cuartos de lo mismo en la terraza de otro restaurante que habitualmente está más que concurrido. Puede ser que, después de las vacaciones y con la que está cayendo, no haya un euro en los bolsillos, o bien nos hayamos puestos en modo ahorrador. Puede ser también que, a medida que pasan los meses y “el bicho” no desaparece, nuestro ánimo se esté viniendo abajo. Quizás tal vez con los rebrotes no hayamos vuelto a “acongojar” y pensemos que hay más seguridad en casa y con el menor contacto posible, tal y como recomiendan las autoridades competentes, cosa que por otro lado parece lógica. Puede que el ir a restaurantes y bares o salir se nos haya vuelto antipático, por lo de la incómoda mascarilla, los geles y demás. El resultado es que veo a España triste, a Madrid triste, a Salamanca triste y a nuestros pueblos también sumidos en un ambiente triste y sin fiestas.

Y este estado de ánimo no es precisamente la mejor medicina para salir de la situación de postración de todo tipo, desde la económica a la política, pasando por la social, en la que el bicho nos ha sumido. He escuchado muchas veces a los médicos que, para afrontar una enfermedad grave, es muy importante el estado de ánimo del paciente. Si esta afirmación es cierta, algo de lo que no tengo la menor duda, me parece que, o cambiamos el registro o vamos mal. En estos momentos de zozobra me acuerdo de una persona que he conocido recientemente, que padece ELA, Juan Ramón Amores, el alcalde de La Roda en Albacete, al que dieron tres años de vida, y de esto hace ya casi cinco. Ha decidido disfrutar a tope el resto de sus días y repite siempre que “frente a la adversidad, lucha, y, frente al desánimo, ánimo”. Pues eso.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios