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Tristees la vida aunque la amo;/ escribiré su historia porque voy a morirme. Con estos versos llegó al verano de 1953 de Salamanca un jovencísimo poeta para participar en el II Congreso de Poesía. José Manuel Caballero Bonald “andaba por aquel entonces esbozando sus primeras tentativas literarias” y, en la ciudad del Tormes, según sus propias palabras, “asimilé unas lecciones humanas y literarias que me han servido de normas consecutivas”.

La reciente noticia del fallecimiento del poeta de Sanlúcar, Premio Cervantes 2012, me ha devuelto al pálpito incesante de las horas de tres años atrás, cuando un grupo también de tres (Bonilla, Estella y la que esto firma) decidimos revalidar aquel cónclave histórico de poetas que, en Salamanca, vino a poner en libertad y vuelo a los pájaros que no temen los fárragos de los tiempos culturales más sombríos. A mi cargo y encargo, contactar con los poetas. En mi ocupación y preocupación, convencer a Caballero Bonald –el único poeta vivo del Congreso del 53– para que aceptara ser la voz de salutación de un acontecimiento en el que habíamos puesto inmensas esperanzas. “No logro ya redactar un texto mínimamente aceptable y mis capacidades verbales están muy mermadas. No me encuentro realmente con fuerzas para afrontar lo que me pide, por muy simple que parezca. Lo siento mucho”, me escribió en carta de 10 de mayo de 2018. Me hubiera gustado recibir mejores noticias pero su negativa, lejos de desalentarme, me llevó a iniciar con él una relación epistolar muy intensa y perseverante que, pocos días después, celebré con lágrimas. “Estimada amiga: Sacaré fuerzas de flaqueza y procuraré escribir ese texto que me pide. Se lo enviaré en un par de días. Abrazos. J.M. Caballero Bonald”. Y el 22 de junio de 2018, en la Capilla de la Universidad de Salamanca, con una asistencia institucional y cobertura mediática jamás imaginadas, Caballero Bonald saludó –desde la voz de su gran amigo y poeta José Ramón Ripoll- a una Salamanca emocionada adonde habían llegado 52 poetas de todo el mundo. Todo lo acontecido en el Congreso Internacional de Poesía Fray Luis de León, Ab ipso ferro, él lo celebró en su casa de Sanlúcar. Paz y descanso, maestro. Escrita queda ya la historia.

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