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Unas alpargatas, el más mundano de los calzados, antes de campesinos, ahora, según parece, de pijiprogres o de pijos en general, resulta que se ha colado en el debate político entre una crisis internacional como es la de Afganistán y una tragedia doméstica como la del incendio de Ávila. Unas alpargatas nos dan la medida del nivel del debate político en España, que se encuentra, precisamente, a ras de suelo.

Solo ha hecho falta una fotografía de Mr Wonderful Sánchez con sus alpargatas mientras, supuestamente, participaba en una cumbre mundial telemática, para que el tema del día pasara a ser si el atuendo es el look adecuado para tal cita. Y no solo las redes sociales masticaron el asunto durante varias horas, hasta los partidos políticos, los que, otra vez supuestamente, tienen que velar por el interés general de los ciudadanos, se lanzaron a la habitual estéril y pueril réplica y contrarréplica sobre el derecho que tiene el presidente del Gobierno de llevar el calzado que le salga de su santo fondo de armario. No es divertido, es penoso. Y evidencia la falta de calado intelectual de muchos de nuestros representantes públicos, preocupados más por el ‘me gusta’ que por buscar y encontrar soluciones, inmediatas y a medio plazo, para un problema de tal calado que es impredecible imaginar su devenir. No es fácil encontrar opiniones sólidas sobre lo que está pasando en Afganistán, yo me declaro totalmente insolvente en la materia, pero tampoco me atrevería a maquillar mi incompetencia con un argumento de patio de colegio, y de los malos.

En el fondo, esto es consecuencia directa de la dictadura de la imagen y la palabra, la tiranía de lo audiovisual. ¿Y dónde quedan los hechos? Pues esa es una buena pregunta a la que podría seguirle otra. ¿Y a quién le importa? Son muy pocos los que se molestan en llegar hasta la realidad pura, sin artificios, quizá por el esfuerzo de tener que lijar demasiadas capas de palabrería y autobombo. La nueva corte que embelesa los oídos de nuestros gobernantes es la de cientos de asesores en comunicación, expertos en colar mensajes, propiciar y alimentar debates, embutir titulares y cobrar nóminas, pero que se esfuman ante las grandes cuestiones. Recientemente leí el currículo de los llamados ‘Padres de la Constitución’, no sólo eran expertos en Derecho, completaron su formación con materias muy dispares, cientos de publicaciones y varios idiomas. De todas las ideologías y de todas las formaciones parlamentarias. Ni tentado estuve en hacer la comparación con los actuales líderes en España, amamantados en las formaciones políticas desde que llevaban pantalones cortos, con prebendas académicas y sin una carrera profesional detrás. Por eso gobierna la imagen, porque el mensaje es débil, sin raíces que profundicen en un modelo estructurado de sociedad. Lo que hoy es negro, mañana es blanco. También en las alpargatas.

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