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Al punto de las levantiscas declaraciones contra las vacas y el consumo de carne de Alberto Garzón, he pasado buena parte del día de ayer huroneando la web y mi biblioteca para ver qué encontraba sobre los tontos. Mi objetivo no era otro que saber dónde encasillar a este tonto parlamentario, “proponido” en su día como ministro de Consumo y, al que Pedro Sánchez, tal como cabía esperar, no se ha atrevido a retirar el morril tras los recientes cambios del Ejecutivo: Pienso al tonto y que no se le prive de decir tontás. / Que las bobás al pueblo entretienen/ y a mí el tonto conviene/ lo haga bien o lo haga mal. ¡Jolín, señor presidente, ya verá lo caro que va a salirle el forraje para mantener al tonto! Porque este es de esos tontos conscientes que Unamuno decía de «a sabiendas y queriendas»; de los tontos igualitarios que se empeñan en pegarnos su tontería; de los que persisten, maligna y pertinazmente, en la tontuna y la explotan para que no les falte la limosna pública.

Pero la política de Sánchez paga con extrema generosidad, por la cuenta que le tiene, lo de decir bobás y tontás. El propio ministro Garzón, con la chulería de quien se sabe socio imprescindible, lo ha refrendado: «dentro del Ejecutivo no se presume un pensamiento monolítico». De ahí que, sin tener que pedir venia, se haya hecho grabar durante casi seis minutos para rumiar la redención del planeta, dentro de una campaña promocional del Ministerio de Consumo que no ha podido ser más desafortunada, ni llegar en peor momento para el sector ganadero. Sorprende además que la música de fondo que acompaña las imágenes del video, sea lo más parecido a la llamada a la oración del almuédano para convocar a los fieles del Islam. Así es como este pedante nos invita a la reflexión. Les aseguro que he tenido que escucharlo varias veces para poder creer que lo que sonaba entre las vacas no eran precisamente cencerros. Otra majadería más. Otra extravagancia de ese postureo podemita, de día en día, más destructor para el país e insoportable. Aunque Pedro Sánchez tenga obligadamente que continuar riéndoles las gracias. Sí, señor presidente, el chuletón al punto es imbatible, pero, o le pone yugo al buey o España no podrá seguir arando.

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