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El 24 de octubre de 2010 se produjo en el Helmántico un acontecimiento que será recordado siempre: Miguel García, jugador de la Unión Deportiva Salamanca, se desvaneció y cayó al suelo en el minuto 59 del partido contra el Betis y se encendieron todas las alarmas, tanto en el campo como en la grada, donde estaba su mujer y su hija. Había sufrido una parada cardiorrespiratoria que le provocó una muerte súbita, pero la rápida y certera actuación del doctor José Ignacio Garrido, el del Betis, Tomás Calero, y los efectivos de Cruz Roja, obraron el milagro y recuperaron al centrocampista, que entonces tenía 31 años y que a consecuencia de lo sucedido tuvo que poner fin a su carrera. «Fue un día nefasto y a la vez grandioso, por lo que pasó y porque con el primer chispazo del desfibrilador volvió a nacer. Fue una muerte súbita. Es un resucitado, gracias a Dios y al desfibrilador», recuerda catorce años después uno de los protagonistas, el doctor Garrido.
Que tanto tiempo después sigue manteniendo su teoría sobre por qué le pasó aquello a Miguel García: «Seguramente era el jugador mejor estudiado cardiológicamente de la plantilla, porque después de lo que le pasó a Antonio Puerta la sociedad estaba muy afectada por este tema y la Junta de Andalucía -el año anterior de llegar a la UDS Miguel García militaba en el Cádiz- les hizo pruebas muy exhaustivas. Creo, y me reafirmo, que su dolencia fue de tipo genético, su padre había sufrido ya algún infarto, y le tocó a él».
José Ignacio Garrido volvió a agradecer la ayuda de su homólogo del Betis y a Cruz Roja: «Conocían muy bien el protocolo de reanimación cardiopulmonar y aunque antes de que fuera obligatorio yo ya llevaba un desfibrilador, el que usamos fue el de ellos». Tras ser reanimado sobre el césped, Miguel García fue trasladado al hospital, donde fue sometido a un cateterismo y le colocaron un stent. El doctor Garrido, uno de sus ángeles de la Guarda, recuerda como acabó todo felizmente: «Estuvo algo más de dos años pasando las consultas en el Clínico y pasado este tiempo le dijeron que ya podía hacerlo en su lugar de residencia».
El doctor José Ignacio Garrido no oculta, sin dudarlo, que lo sucedido en aquel UDS-Betis fue su momento más complicado en un campo de fútbol: «Fue el mayor reto al que me he enfrentado. Las pulsaciones que me sobraban a mí en ese momento le faltaban al enfermo. Le hicimos un masaje cardíaco al principio y parecía que se venía arriba, pero volvió a caer de nuevo en parada», explica al recordar aquel día. Después de varios casos en el fútbol, la prevención aumentó, como explica el doctor: «Luego aparecieron las pruebas genéticas, siendo el primero el Atlético con el doctor Villalón. Pero los clubes modestos, como la UDS, no las podíamos hacer. Hoy en día los clubes grandes lo tienen muy estudiado».
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