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Domingo, 18 de abril 2021, 11:32
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David Pascual
Federación de caza
En estos tiempos en los que el cazador tiene limpia la escopeta, guardada su ropa en el armario y su perro en la perrera, con sus paseítos mañaneros por el campo, uno de los momentos más placenteros para un cazador, es cuando cerramos los ojos y tenemos esos sueños, algunas veces despiertos y otras veces dormidos.
Bien es sabido que los cazadores somos muy mentirosos, pero lo que nadie nos puede negar es nuestra pasión por el campo, por los animales y por nuestro deporte. Esos lances y anécdotas nos duran en la memoria toda la vida. Yo personalmente hasta sueño con ellas y las vuelvo a disfrutar. Tengo una manera de expresar mi pasión, para mí una jornada de caza es un cúmulo de emociones indescriptibles.
Está claro que cuanto más largo y emocionante sea un lance el cazador lo disfrutará más y mejor; tanta pasión en unos segundos, la adrenalina, esa felicidad que proporciona a los cazadores reunirse y charlar sobre las hazañas una y otra vez en distintos corros con muchísimo cariño, pero la cosa no queda ahí, para que cuando cerramos los ojos lo veamos una y mil veces mientras seguimos soñando con el lance.
Soy un apasionado de la caza de la perdiz al salto, la cual me vuelve loco. Tengo la gran suerte de cazar por casi toda Castilla y León además de disfrutar de mi pasión con mis amigos.
No podía despedirme de todos vosotros sin contar uno de mis lances de la temporada pasada que guardo con más cariño.
Era el último día de caza, cazaba en un pueblo de Zamora de los Arribes del Duero. Salió un día de aire y con algunas chubascas. Me bajé a uno de los sitios más emblemáticos de Zamora, su río Duero, concretamente las cascadas de Abelón.
Junto al río me dispuse a cazar con mis perros. Llevaría una hora cazando y vi cómo una de mis perras se ponía intranquila y pude observar que llevaba el rastro de una perdiz.
Con la orografía de terreno, me resultó muy difícil caminar y seguir a la perra, pero ella siguió con el peón. Estuve detrás de ella como dos horas derecho arriba... La perra se paró de repente y levantó la cabeza hacia adelante y pensé.... Ahí la tiene... El otro testigo de excepción era mi podenco que también vio la perra, cogió el rastro de la perdiz y a máxima velocidad subió un barranco en busca de ella.
En el silencio y la calma de la mañana escuché la arrancada de la perdiz... Me pareció todo un mundo, abrí los ojos todo lo que pude y colocado encima de una roca me dispuse a esperarla. Solo tenía diez metros de un claro entre las encinas y por ahí paso. Las plumas que quedaron en el aire fue síntoma de que mi disparo la había tocado, pero con la fuerza que traía me tocaba bajar a la orilla del río a cobrarla.
Cuando me dispongo a bajar tras ella me doy cuenta que mi perra había desaparecido... Diez minutos de reloj llamándola y al final aparece con la perdiz.
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