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Ricardo Miguel arreglando la cosechadora.
Fontanero en invierno, cosechador en verano

Fontanero en invierno, cosechador en verano

Ricardo Miguel acaba las jornadas de 9 de la noche a 12 de la mañana: «La cosecha ha sido muy mala»

Susana Magdaleno

SALAMANCA

Sábado, 17 de agosto 2024, 17:40

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Ricardo Miguel, conocido como «Richard», acaba de terminar su trabajo de verano, que es el de cosechar. En invierno es fontanero y electricista, y en verano, cosechador, siguiendo los pasos de su padre. Ahora este vecino de Villoruela acaba de terminar el grueso de la campaña de cereal «de verano», después de un mes y 10 días de trabajo, y después de cosechar los garbanzos guardará la cosechadora hasta septiembre. Entonces la volverá a sacar para el girasol y, más tarde, para el maíz. Mientras, a arreglar averías.

De la cosecha de cereal no tiene ninguna duda en afirmar que ha sido «muy mala» en su zona, que es la de Peñaranda y Las Villas. «Esperaban que saliera mucho y, al final, ha sido muy poco de todo. Trigos que parecían muy buenos han dado 2.000 kilos por hectárea: han dado mucha paja y por eso antes de entrar parecían buenos trigos», explica. «En cebada -añade- ha pasado un poco lo mismo con la producción: ha sido mala, con 2.000-2.500 kilos por hectárea y eso que la zona de Peñaranda es buena y lo normal es que den entre 3.000 y 4.000 kilos por hectárea», señala. Él está convencido de que ha influido el hecho de que debido a las lluvias no pudieron tratarse muchas parcelas y esas malas hierbas tuvieron gran repercusión en la pérdida de la producción final.

Con el fin de la cosecha de cereal se acaban para él jornadas largas de trabajo, con horarios, si se podía, de 7 de la mañana a 2 de la madrugada y muchas este año en horario nocturno. Ricardo Miguel recuerda pocos años como este en el que haya tenido que cosechar tantas jornadas de noche: «Nos ha tocado cosechar mucho de 9 de la noche a 12 de la mañana». «El año ha sido terrible y sabes que con las máquinas, si se prepara un incendio, luego el seguro no quiere saber nada», dice.

Desde cuando empezó a ahora lo que nota es que ya no es tan fácil cambiar de máquina como hacía su padre. «Antes en un año pagabas la cosechadora. Bajó al sur para cosechar y luego fue a Burgos y así pagó el millón de pesetas que le costó la primera máquina. El problema es que ahora una cosechadora te cuesta mucho dinero, y los agricultores pueden tener subvenciones para comprarlas pero nosotros, no». Ahora trabaja con tres máquinas, una para el maíz y dos para los cereales, y la última la compró en Polonia de segunda mano y recuerda que pagó por ella 200.000 euros. «Ahora una máquina grande te puede costar 600.000», apunta, «y los problemas son las averías, que dan muchas. Con las viejas, como no llevan tanta electrónica, vas mejor».

El cambio de «chip» entre el verano y el invierno lo lleva bien, ya está acostumbrado. Y como siempre le ha gustado el campo, no piensa cambiar su modo de vida. Confía en que los agricultores cambien la desilusión por el cereal con la ilusión con la campaña de patatas.

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