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«Izquierda, izquierda; derecha, derecha; adelante y atrás; un, dos, tres». Más o menos ese era el estribillo de una canción y de un baile que hizo furor en mi juventud y que todavía suena en estos tiempos en las fiestas populares, cuya temporada está a punto de comenzar. Y ese estribillo describe perfectamente lo que está sucediendo con los aranceles anunciados por Trump y con lo que hace este último. El 2 de abril avanzó la imposición de aranceles a los productos procedentes de la UE; luego dijo que se aplicarían a partir de principios de julio. El viernes pasado se despachó con la afirmación de que los de Bruselas se estaban haciendo los suecos en la negociación y que aplicaría un arancel del 50 por ciento a partir del 1 de junio y el domingo se desdijo después de una conversación telefónica con la presidenta de la Comisión Europea y volvió a la fecha de julio. En resumidas cuentas, adelante y atrás. Desconozco si nos encontramos ante una estrategia negociadora premeditada por parte de Trump o simplemente se trata de impulsos. En cualquier caso, la realidad es que esta guerra arancelaria con Estados Unidos no es el mejor ambiente para que las relaciones comerciales fluyan. Si finalmente esas amenazas del presidente «yanqui» se trasladasen a la realidad, los alimentos españoles que se verían más afectados serían el aceite de oliva, los vinos y determinados productos cárnicos, lo que podría tocar de lleno a la economía agraria de Salamanca. Si la UE terminase imponiendo aranceles a Estados Unidos, podrían resultar perjudicados en cierta medida los ganaderos que utilizan soja, ya que este es el producto más importado de Estados Unidos. Conclusión: las espadas siguen en alto y con Trump de por medio podemos esperar cualquier cosa.
Y el otro asunto en el que también se baila en cierto modo la yenka es el del presupuesto de la UE para el periodo 2028-34. Desde la llegada de la nueva Comisión Europea, tanto su presidenta von der Leyen como su comisario de Agricultura han resaltado la importancia del campo, la necesidad de tener muy presentes las peticiones de los agricultores y ganaderos y han repetido por activa y por pasiva que había que contar con ellos. Sin embargo, a la hora de pasar de las palabras a los hechos las cosas cambian bastante. El último ejemplo lo ha proporcionado días atrás von der Leyen, al apostar por la unificación de los fondos a través de los que se canaliza el presupuesto de la UE. Esa unificación y perdida de independencia de los dos fondos agrarios es rechazada de plano por el sector agrario de la UE, ya que lo consideran un peligro para la autonomía de la PAC. Veremos si en esta ocasión von der Leyen da un pasito para atrás y atiende las reivindicaciones del campo, pero de verdad.
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