Borrar
El padre coraje 'acampado' en Buenos Aires para rescatar de las drogas a su hija

El padre coraje 'acampado' en Buenos Aires para rescatar de las drogas a su hija

"No me importa enfrentarme a los narcos"

a.b.

Martes, 17 de febrero 2015, 19:02

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Juan Miranda mira a los ojos. Están cansados tras tres noches durmiendo muy poco frente a la entrada al barrio de Buenos Aires. La voz le tiembla por el cansancio y por el recuerdo. No por la falta de fuerzas. Aprieta la esperanza con fuerzas. Sin grietas. Con puños labrados de agricultor. La palabra derrota la desterró de su vocabulario hace seis años cuando su hija se enfrentó por primera vez a la marihuana. Luego vendrían los porros, la cocaína y la heroína. Su hija cayó en las "garras de la droga" pero no se resiste a mirar desde la distancia como pierde a su pequeña de 25 años: "Mi hija es lo único que me queda, no me moveré de aquí hasta que no me la vuelva a llevar a Valladolid; aunque tenga que enfrentarme de nuevo contra los narcotraficantes". Su hija se fue de casa de nuevo el 9 de enero y desde entonces volvió a investigar hasta descubrir que estaba en Salamanca. ¿Cómo lo logró? "A base de pagar pequeñas cantidades a drogodependientes habituales, conseguí saber que está en Buenos Aires, donde ya pasó mucho tiempo hace dos años", confiesa. Entonces consiguió sacarla del barrio enfrentándose cara a cara con los narcos. Mirándoles a los ojos. "La primera vez me vi morir. Me armé de valor, subí a su casa, me amenazaron; me sacaron una navaja y me acusaron de querer arruinarles el negocio. Yo solo quiero a mi hija". Aquella vez le costó dos meses llevarla a casa. Cada día y medio paraba junto a la gasolinera del barrio y buscaba convencer a su hija. Ella siempre reticente. Él siempre persuasivo. Enfrentarse directamente a los narcos fue su opción para que al expulsarla volviera a casa. "No tengo pinta ni de matar un pájaro, pero querer salvar a mi hija me ha dado fuerzas para no tener miedo", describe. Se enfrentó a amenazas, a denuncias, a verles la cara en el Juzgado. "Ya tenía a mi hija en casa y había recibido amenazas de muerte. No quería más problemas así que retiré la denuncia", asegura.En sus palabras no se desprende miedo, ni un valor de héroe. Coraje de un padre que ve a una hija lejos y que por enésima vez no está dispuesto a volverla a perder. Aún no la ha conseguido ver durante estos tres días, pero no pierde la esperanza. "Haré lo que haga falta, pero volverá a casa y saldrá de esto", se arma de fuerzas. "No les interesa que yo esté aquí para seguir con su mercado de la droga", asegura. Confiesa que sabe que su hija está viviendo entre los portales conflictivos del barrio trastormesino y que conseguirá que vuelva. Lo sabe porque no es la primera vez. La perseverancia y la experiencia marcan los latidos de su vida. Todos en Valladolid saben cuando su hija se ha ido de casa. Su padre recorre desde "Los Pajarillos" a "Las Viudas" para conocer su paradero. Así supo que estaba en Salamanca. Y antes que se había marchado con "El Portugués" a Oporto. En Portugal ya salvó a su hija. Viajó solo con una maleta. Adentrarse en los "guettos" de la droga a "golpe de pequeñas cantidades" y descubrir que su hija se había consumido en vida. "Estaba en la calle, sin huesos, sin dientes por la heroína y finalmente la conseguí salvar de que la vendieran a una red de prostitución y proxenetas", confiesa. Durante el día alquilaba un taxi que le llevaba por los tres barrios más conflictivos de Oporto. No descansaba. Para los drogodependientes habituales, era un policía de la secreta que ahuyentaba el negocio. La misma táctica. Aquella situación le costó dos meses de viajes. De amenazas. De promesas vagas, mentiras incapaces de soportar y conviviendo con los drogodependientes que iban con su hija para poder sacarla del abismo. "Fueron meses de esfuerzo, pero conseguí que volviera, pensaba no volvería a verla", asegura mientras se aprieta con las dos manos la sien. "Nunca vi cuerpos tan decrépitos como los que encontré en Oporto. Compartiendo agujas en un estado insoportable para la vida", asegura. El párroco de Buenos Aires, Emiliano Tapia, ya conoce la historia "complicada" con la que vive Juan Miranda. Le recibe en la parroquia, pero sabe que no es fácil. "Es un padre atormentado que ha demostrado mucha valentía enfrentándose a los narcotraficantes", asegura. Hoy volverá a Buenos Aires. Indagará, investigará. Esperará su oportunidad para intentar convencer a su hija. No siente frío ni cansancio tras no pegar ojo durante media semana. Lo que tiene claro es que no se moverá del acceso del barrio hasta que no se lleve de copiloto a su hija. Para volver a empezar. "No me resigno a perderla. Tiene solo 25 años y no lo conseguirán", clama con seguridad en sus palabras. Sin titubear. No piensa en la derrota y sí en los proyectos futuros. Quiere creer que la memoria no es frágil. Que su hija no olvidará que hace diez meses volvió a la vida.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios