Francisco Sánchez fríe las patatas antes de elaborar una buena tortilla. ALMEIDA

De cocinero en el Palace a preparar la cena a las personas sin hogar

Francisco Sánchez es el encargado de servir comida caliente a los sintecho tras una vida dedicada a los fogones

Ángel Benito

Salamanca

Lunes, 11 de diciembre 2023, 11:02

Dicen que la comida caliente no solo calienta el cuerpo, sino también el alma. Francisco Sánchez es especialista en ambas. Lleva una década de cocinero voluntario en el Centro de Atención a Personas sin Hogar. Experiencia no le ha faltado. «Trabajé en el Hotel Palace de Madrid y dábamos de comer a más de 100 comensales, entre los que había gente muy prestigiosa», reconoce. Empezó como ayudante de cocina y fue progresando hasta ponerse al frente de los fogones en el restaurante madrileño, pero también en Salamanca donde durante mucho tiempo dirigió la cocina en la urbanización de La Rad y en el Campo de Tiro.

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Su entrada en el centro supuso un antes y un después para la vida del Centro de Atención a Personas sin Hogar. «Las comidas están espectaculares. Todos los usuarios están encantados en cuanto ven el humo caliente de las lentejas», reconocen Isabel González y Celia Cebriano, estudiantes en prácticas de Trabajo y Educación Social que ven las reacciones de las personas sin hogar cuando comen las elaboraciones realizadas por Francisco. Hasta la pandemia preparaba directamente la comida antes de servirla a los usuarios, pero con el confinamiento y la retirada de los voluntarios mayores de 60 años empezó a realizar las elaboraciones por las mañanas. «Agradecen mucho las comidas», reconoce de forma modesta mientras prepara tortilla de patatas y pollo guisado para las recetas de martes y jueves. De los restos de la compra, siempre eleva la cocina de aprovechamiento al máximo exponente. «El otro día hice una sopa de apio porque los voluntarios no sabían que hacer con eso», explica. Una de las razones que le empujó a involucrarse como voluntario fue poder seguir cocinando a la vez que proporcionaba un poco de felicidad a las personas sin hogar, que sobre todo en invierno, llegan a las puertas de la organización para tomar un plato de comida caliente. «Me dicen que siempre repiten, así que eso es que está bueno», sonríe.

Ahora acude por las mañanas para dejar preparadas las cenas. Ya está pensando en la elaboración de las cenas de Nochebuena o Nochevieja. «Me gusta sacar el máximo aprovechamiento a la cocina. Así que sea lo que sea seguro que esa noche, como todas, cenan bien».

De la construcción a vivir en la calle

P.P. no desvela su identidad ya que prefiere optar por el anonimato ya que se encuentra en un proceso de búsqueda de trabajo. Es uno de los usuarios en la atención a personas sin hogar. Tiene ahora 45 años pero llegó a la calle debido a una situación de consumo progresivo de drogas que empezaron con el cannabis y siguieron con la cocaína. «Cada día iba a más», reconoce. «No tenía dinero y pedía por la calle lo que fuese para gastármelo en eso y en una pensión, aunque llegó un momento en el que ya no tenía ni para la pensión». Él tenía una vida normalizada con un trabajo en la construcción. «Lo perdí todo», asume.

Lleva siendo una persona sin hogar durante los últimos doce años. «Estoy ya cansado de esta situación», asume. «Ingresé dos veces en un centro, una de ellas estuve 12 meses sin consumir, pero estar desocupado me hizo volver a caer».

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Por la mañana cuando sale del Centro de Personas sin Hogar lo dedica en la biblioteca antes de ir a uno de los comedores sociales para comer alimentos calientes. Le gusta escuchar música y sueña con recuperar su vieja vida. Aquella en la que le gustaban los deportes, disfrutaba de la música y hacía el Camino de Santiago junto a una pareja que tuvo. «Mis planes son irme a vivir al norte. Me gusta mucho el frío de esa zona», asume. Espera poder ingresar en un centro terapeutico y abandonar el consumo de las drogas.

«En relación con otras veces que he estado en esta misma situación, ahora me siento más motivado, tanto física como mentalmente. El estar solo me ha ayudado a pensar fríamente», concluye esperanzado.

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