Resulta muy complicado encontrar una figura tan querida en la Salamanca del siglo XX como la de Filiberto Villalobos. Don Fili, como era conocido por todos, destacó por ser un hombre eminentemente bueno y conciliador y un trabajador infatigable en aras a cambiar el mundo en el que le había tocado vivir.
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Nació en Salvatierra de Tormes y su primer destino como médico fue Guijo de Ávila, donde curaba no solo las enfermedades físicas de sus pacientes, sino también las del alma. Tras su paso por Guijuelo, abrió una Clínica Radiológica en Salamanca, que contó con el tercer aparato de rayos X que había en España a principios del siglo pasado.
Una persona con tales inquietudes no podía desaprovecharse y en 1909 se presentó como independiente en las elecciones municipales, siendo elegido concejal. Fueron las primeras de las innumerables elecciones que ganó siendo incluso diputado provincial o a Cortes.
El cénit de su carrera política llegó cuando en 1934 fue nombrado ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes por el gobierno radical republicano. De ese tiempo siempre se recordará enl Plan Villalobos de Bachillerato.
Durante la Guerra Civil fue encarcelado por el bando sublevado y pasó dos largos años en la prisión de Salamanca hasta que el propio Franco facilitó su salida de la cárcel devolviéndole algún favor que Filiberto Villalobos le había hecho con anterioridad.
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Tras la guerra, no quiso saber nada más de política y se dedicó a ejercer la medicina de forma filantrópica puesto que atendía también a quien no podía pagar. Solo tuvo un homenaje antes de morir, el de la Asociación de la Prensa. Después, con la llegada de la democracia, se ha vuelto a hacer justicia de su figura.