El 31 de enero de 1932 partió con destino a Irún desde la estación de tren de Salamanca la primera expedición de jesuitas expulsados de España por orden del presidente de la República, Manuel Azaña. Más de 2.000 personas fueron a despedirles y mostraron su desaprobación por la enorme labor que habían realizado en Salamanca.
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Pero la inquina del Gobierno hizo que incluso se inautaran los edificios que la Compañía de Jesús tenía en Salamanca, como el Noviciado del paseo de San Antonio y otro inmueble en la calle Serranos.
La cuestión religiosa en la época fue a peor. Se suspendieron las procesiones, se quitaron los crucifijos de las escuelas, se eliminó la enseñanza religiosa...
Incluso, el Ayuntamiento se incautó del cementerio para convertirlo en un camposanto civil. Y eso que por esa época de mil enterremanientos solos dos querían ser enterrados civilmente.
La división en España comenzaba a fraguarse.