MEDIA ETIQUETA

Volver al bus

Las ciudades han cambiado, las restricciones son mucho mayores y ahora el símbolo de la comodidad es el transporte público

Viernes, 19 de septiembre 2025, 06:00

Ni me alcanza la memoria para recordar la última vez que cogí un autobús para hacer un trayecto rutinario. Desde hace años -muchos-, el planteamiento es que si el destino está lo suficientemente cerca, me desplazo a pie y si la caminata se nos va por encima de los 15-20 minutos, tiramos de coche. Supongo que soy uno de los muchos castellanos y leoneses que solicitamos la tarjeta Buscyl 'por si las moscas', no por una necesidad del día a día. Pero durante estas Ferias y Fiestas he tenido la ocasión de estrenarla y he tenido un 'déjà vu' de juventud muy gratificante. Recuerdos de cuando cada mañana acudía a la Pontificia de la calle Compañía y controlaba mis tiempos en cada punto intermedio: la parada de la Covachuela, la Plaza Mayor, Meléndez… Recuerdos de aquellos torneos interbarrios de fútbol sala, en los que nos desplazábamos a San José, Buenos Aires o Pizarrales y bajábamos del autobús de línea con la musiquilla de las antiguas previas de Canal + en la cabeza. Aquel bonobús de cartón alargado que se iba consumiendo a mordiscos y sobresalía de nuestras carteras. Era pleno cambio de siglo, pero todavía ni imaginábamos lo que sería el contactless, ni mucho menos los códigos QR.

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Ahora es septiembre de 2025 y hemos vuelto al bus. El plan era bajar al centro y tomar algo en las casetas, pero había dos grandes condicionantes. El primero es que aparcar cerca del centro durante la semana de Ferias es una auténtica pesadilla. No sería la primera vez que después de dar muchas vueltas con el coche he desistido y regresado a casa. El segundo hándicap es que si te has desplazado en coche tienes que tener mucho cuidado con lo que tomas en las casetas. Eran dos buenas razones para estrenar la gratuidad del transporte metropolitano y fue todo un acierto. En apenas 15 minutos te plantas desde el alfoz hasta el centro de la ciudad. Es cierto que he oído quejas de usuarios habituales que protestan porque en las paradas intermedias algunos buses van tan llenos que ni paran. Otras quejas apuntan que la puntualidad se ha desviado algunos minutos porque el proceso de 'embarque' es más lento. Doy fe de que yo mismo tardé bastante en desbloquear el móvil, cargar la app en la que almacené la tarjeta Buscyl y mostrarla al conductor.

Está claro que el sistema está en rodaje. Se supone que cada autobús tendrá más pronto que tarde un dispositivo de lectura de códigos mucho más rápido y eficaz que tener al pobre conductor escaneando códigos con un teléfono móvil. Démosle un poco de tiempo y aprovechemos las ventajas. De entrada, entre mis conocidos ya se están planeando viajes a otras ciudades sin la preocupación del coche.

Podría ser 'bienqueda' -que se destila mucho en estas selectas áreas de las páginas de opinión- y hablar de la importancia del transporte público en el impacto medioambiental, de la reducción de emisiones, el ruido… Lo cierto es que todo lo 'eco' ni se me ha pasado por la cabeza a la hora de elaborar una lista mental de ventajas de usar el autobús. Pensé en la comodidad de ser pasajero, en el provecho que le puedes sacar a esos minutos en los que no vas pendiente del volante, en el ahorro a la larga que supondría olvidarse de parkings, zona azul y gasolina… Decididamente, usaría el bus asiduamente si las rutas coincidieran con mi trabajo -que no es el caso-, pero lo que es seguro es que lo voy a usar mucho más que antes.

Siempre hemos concebido el transporte privado como símbolo de comodidad e independencia frente al transporte público, pero las ciudades han cambiado mucho. Las restricciones de circulación han aumentado y ahora, lo cómodo, es el transporte público.

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