Que nadie se escandalice por lo que viene a continuación, eso sí, pido al lector que tenga a mano el frasco de las sales, un tranquilizante o incluso un desfibrilador, por si acaso llega el soponcio: «conviene que el obispo sea irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, sensato, ordenado, hospitalario, hábil para enseñar, no dado al vino ni amigo de reyertas, sino comprensivo, que no sea agresivo ni amigo del dinero; que gobierne bien su propia casa y se haga obedecer de sus hijos con todo respeto.
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Pues si uno no sabe gobernar su propia casa, ¿cómo cuidará de la iglesia de Dios?» Pareciera escrito por un hereje. Pues no. Sigo: «que no sea alguien recién convertido a la fe, por si se le sube a la cabeza y es condenado lo mismo que el diablo.
Conviene además que tenga buena fama entre los de fuera, para que no caiga en descrédito ni en el lazo del diablo. En cuanto a los diáconos, sean asimismo respetables, sin doble lenguaje, no aficionados al mucho vino ni dados a negocios sucios; que guarden el misterio de la fe con la conciencia pura». Todo lo anterior forma parte de la Primera Carta del Apóstol San Pablo a Timoteo, que se incluyó en las lecturas de la misa de hace pocos días, en concreto el martes de la XXIV Semana del Tiempo Ordinario.
Si el lector se ha recuperado del posible soponcio tras leer lo anterior, tendrá muy claro ya que hubo un tiempo en el que los obispos estaban casados y que San Pablo pedía que, a ser posible, «con una sola mujer». También tenían hijos. Nada más alejado de lo que sucede en la actualidad. Eso quiere decir que la Iglesia, aunque parezca que no, porque tiene su propio «tempo», evoluciona y cambia. Quizás menos rápido de lo que desearían algunos.
En España, el papa Francisco se ha puesto a cambiar la cúpula del Episcopado y la prueba más evidente es que en unas semanas ha nombrado arzobispo titular de Madrid a monseñor José Cobo; poco después lo ha creado cardenal y, por si fuera poco todo lo anterior, también es miembro de la Congregación de Obispos, cuyo poder radica precisamente en eso, en que son los que proponen a los que van a ser obispos para que el papa decida. Además, Cobo es muy joven en términos episcopales, porque «solo» tiene 58 años, con casi veinte de recorrido. En resumidas cuentas, que ha quedado claro que Cobo es el hombre del papa Francisco en España.
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Y, dato importante, el nuevo arzobispo de Madrid es una persona muy implicada en los problemas sociales de nuestro tiempo, Incluido el de la drogadicción. A los que dicen que la Iglesia está desfasada y no evoluciona, yo respondo que puede que una parte de ella sí, pero que otra da el do de pecho.
Ahí está el caso del gallego-salmantino Manuel Muiños, que ha sido elegido presidente nacional de Proyecto Hombre. Primera Carta de César Lumbreras a Manuel Muiños, versículo único: «enhorabuena».
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