Si, ya sé que la carabela más veloz de las tres de Colón, desde cuya cofa Rodrigo de Triana, aquel doce de Octubre inolvidable, gritó “¡ ... Tierraaaa!”, se llamaba La Pinta, porque su dueño se apellidaba Pinto. No sé si el amigo José Pinto, concursante de la tele hoy metido a agente 007 con la Caja Rural, ha bautizado alguna de sus vacas de Casillas de Flores como, “La Pinta”. No me preocupa porque de lo que se me ha ocurrido tratar hoy es de la pinta con minúsculas. Tampoco la de vino, medida que Serafín “El Gamba” fue el último en usar. Trato de esa pinta a la que Pedro Sánchez se refirió en la presentación de su bochornoso ladrillo. Cuando Jesús Calleja, después de haberle dado un masaje indecente, a medias con Mercedes Milá, le preguntó quién iba a ganar las elecciones, sentenció: “Tiene buena pinta”. ¡Que simpaticón! No dijo que ganaría él, menos que vencerían otros, contestó a cascoporro con lo de la pinta. Es curioso porque las elecciones son tan imprevisibles como los naipes que te toquen, y de las cartas de la baraja española, viene eso tan castizo de la pinta.
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Un rato más tarde escuché al jefe de bomberos voluntarios de Ramales (Cantabria), contestar en la televisión sobre cómo se habría prendido fuego al monte en varios lugares al mismo tiempo: “Tiene toda la pinta que es un pirómano”. Bien lo sabía él, mamonazo. Fue detenido a las pocas horas como presunto incendiario.
Y el mismo día, uno de los hermanos Torres, que cocinan en la televisión a la vista del respetable, empleó el mismo término en superlativo, mientras removía con una cuchara su guiso: “¡No me digáis que no tiene una pintaza enorme este arroz!”. En fin, puestos a describir a una persona elegante, con buena facha, podemos decir con mi amiga Sissi, que alguien “tiene un pintón”, elogio que no precisa de mayores aclaraciones.
Nuestra lengua es prodigiosa. Recuerdo una lección inaugural de Curso de la Universidad, a cargo del Académico Julio Borrego, titulada “Asín que ya la digo, señá Tomasa”, con la que nos fascinó e hizo reír en varios pasajes. Uno ha oído hablar de ese modo porque ha frecuentado al pueblo llano, y no solo en el bufete o las numerosas campañas electorales que me eché a los pechos, sino porque ha tratado a bastantes señás como Tomasa. La señá Visita, de Serradilla —por supuesto del Arroyo—, en lugar de pinta usaba “el arte”, expresión también desaparecida. Me trataba como un hijo, ponía en la mesa el guiso, que solía tener muy buena pinta, y animaba hospitalariamente: “Mira a ver, que no tiene mal arte”.
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Es un concepto muy subjetivo, pero cada uno calificamos la pinta, el aspecto, la facha, el aire, la traza de los otros, del estofado, la vaca, el turismo€ de buena o mala, a primera vista y sin contemplaciones. Sucede con los políticos. Nadie duda que Sánchez es joven, esbelto, no feo, anda con cierta soltura. Es decir, a primera vista, no tiene mala pinta. Pero, ¡la madre que lo parió!, sus hechos. Mala pinta tienen el diputado de Podemos con rastas, o la popular Celia Villalobos. Caso aparte la ministra de Defensa en Afganistán, con uniforme y casco de paracaidista (ha dicho que “reírse de su pinta es machismo puro y duro”, pero yo no me río, me sonrojo). Aunque para mala, horrenda pinta, esa pareja de simios que dirigen el Atlético de Madrid, uno que llaman “el mono Burgos” —o sea—, y otro que pasa cada partido agitándose como un poseso. Contra la Juve, llegó a agarrar y sacudir su paquete, señalándolo groseramente cuando sus chicos marcaron. Por el contrario, que buena pinta posee la jerezana de ascendientes salmoraleños Inés Arrimadas, aunque no tanto como “una Virgen de Murillo”, según la califica, con su habitual desmesura, Federico el chico, J. Losantos.
El pintojo Sánchez ve las elecciones con el viento a favor, con buena pinta. Deja abierta la posibilidad de que, o por decisión de los votantes, o por azar, en lugar de oros (el triunfo soñado), pinten bastos y reciba un soplamocos, como cuando obtuvo los mermados 84 escaños que tiene. A él le da lo mismo. Tiene audacia para volver a pactar con separatistas y filo-terroristas. Y potra, “naipe marfileño” que decía el amigo y maestro Falele de un contrincante con más suerte que Jesús el de “La Posada” con la lotería. “Pero ¡si no sabes ni tenerlas!”, añadía. Igualito. Para juzgar al pinta de Sánchez acudo al diccionario, que en su acepción tercera, dice que pinta es, coloquialmente, “sinvergüenza, desaprensivo”.
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