«La serie ofrece algo que no había ofrecido nunca: aburrimiento»
La primera parte de la última temporada de 'Stranger Things' ha flojeado un poco y le falta el ritmo y tensión que la han caracterizado siempre
El jueves pasado llegó a España la quinta temporada de 'Stranger Things'. Al ser uno de los mayores éxitos de Netflix a nivel global, había mucha expectación por conocer cómo iba a ser el comienzo de la última entrega de esta ficción y, como siempre, cuando hay expectativas altas, el riesgo de decepcionar aumenta. Parece que con series de larga trayectoria y buena acogida (recordemos el fiasco de 'Juego de Tronos', de HBO) existe un problema a la hora de satisfacer a la audiencia. En el caso de 'Stranger Things', he de decir que el primer episodio de esta primera parte prometía bastante, viviendo momentos de verdadera tensión con el secuestro de Holly y el sangriento ataque a los Wheeler, con el Demogorgon acechando por la casa, Nancy y Eleven que no llegaban al rescate y Will viendo por primera vez a través de los ojos de los monstruos de la otra dimensión.
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Sin embargo, a partir de ahí, lo cierto es que la serie ofrece algo que no había ofrecido nunca: aburrimiento. No de manera constante, pero hay varias escenas que resultan soporíferas y, sobre todo, repetitivas. Y claro, cuando llevas ya cinco temporadas cerrando las tramas y volviéndolas a abrir, llega un punto en el que sorprender cuesta. Falta miedo, falta tensión y, sobre todo, las escenas lentas y emocionales pierden toda la gracia si al final de dicha escena no ocurre un evento verdaderamente triste o impactante. Los ojos de Nancy al llegar a su casa y quedarse en shock sin llegar a enseñar lo que está viendo añade mucha tensión, sobre todo cuando después se nos muestra la sangre en el suelo y lo único en lo que puedes pensar es «¡por favor, que su madre no esté muerta!». Sin embargo, cuando Hopper entra a la cámara acorazada dejando a Eleven detrás, suplicándole que no entre, con flashbacks de su difunta hija, pues uno se espera un drama de órdago, no que al rato salga tan pichi, porque entonces las escenas de tensión pierden todo el sentido, más cuando Hopper 'ha muerto y ha resucitado', le han disparado, apaleado y torturado y así sigue. En las entregas anteriores, el miedo a la muerte de un personaje querido estaba todo el rato presente; ahora ese efecto se ha perdido bastante.
Durante cuatro episodios, lo único que se siente es que hay más de diez personajes dando vueltas al mismo asunto sin llegar a ningún lado. El miedo de Joyce por Will, Will que sigue conectado (por enésima vez) al mundo del revés, los poderes de Eleven que son maravillosos, los poderes de Eleven que no son suficientes. Puf, es una tarea difícil, claro que sí, pero si se quiere alargar una serie con el fin de sacarle mayor rendimiento económico, hay que saber corresponder a la audiencia y, de momento, no lo está consiguiendo. Por no hablar de cómo acaba el cuarto episodio, ¿qué ha sido eso? Vecna sale, se da una vueltita, suelta su mensajito y se vuelve otra vez, que hace fresco como para ir desnudo de noche fuera del 'Upside Down'. Tensión, sorpresa, novedad, menos cháchara y más lucha, eso es lo que la audiencia está pidiendo. Confío en que la segunda parte vuelva con lo que 'Stranger Things' ha sido siempre.
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