El catedrático José Miguel López Novoa, recientemente fallecido.

En recuerdo de José Miguel López Novoa

El catedrático recientemente fallecido iba a presentar este lunes en el Casino su libro «Pequeñas personas perplejas»

Joaquín García Carrasco

Catedrático de Pedagogía

Lunes, 18 de septiembre 2023, 12:44

El día 18 de septiembre, a las 20 horas, nos hubiésemos reunido en el Casino de Salamanca, para celebrar la edición de otra novela de José Miguel López Novoa. La novela se titula «Pequeñas personas perplejas»; está editada por Diversidad Literaria. Esta dedicada a Pilar de la Sota Garzón, amiga suya, que vivió la experiencia de la ceguera, y que falleció el año 2020. A partir de los comentarios que con ella tuvo, José Miguel, para sorpresa del lector, compuso el prólogo de su propia novela, firmando con el nombre de ella. A mí me propuso hace meses presentarla. Él ya no está y no podré mirarle a los ojos, para que me guíe su cara, mientras pronuncio mi escrito de presentación. Aquí dejo algunos pensamientos míos preparados para el acto del Casino, cuya fuente fue la inspiración de su libro y lo que sugieren sus historias.

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Pequeñas personas perplejas

En este ramillete de relatos cortos, muestra asombro al adentrarse en pequeñas aldeas. En uno de ellos, se refiere a Vega de los Viejos, en la comarca de Babia, tan cerca y tan olvidada, para alcanzar misterios escondidos de gente de la Babia profunda.

Fue feliz escribiendo; hasta el punto de colocar, aquí y allá, en boca de sus personajes lo que, por pudor, el sería incapaz de confesar: la «Maravillosa novela que estoy escribiendo, por la que sacrifico todo». Parece que la parte de su vida como científico lo llevara a una conclusión sorprendente: envejecer ofrece una oportunidad de creación, que muy pocos mayores aprovechamos. Qué coincidencia: la conferencia que más satisfacía dar a un personaje médico, en su época de profesor, según cuenta en otro de los relatos, fue Las bases biológicas del envejecimiento.

En otra esquina de otro capítulo, un actor cuenta que «tiene problemas de insomnio», «Me gusta escribir», «suelo escribir por la noche», a mano, con lápiz de punta afilada; «Siento una gran aversión a mecanografiar mis escritos». Parecen confesiones de autor, por boca de un personaje imaginado.

Refina y pule su sensibilidad, por la observación de las pequeñas cosas que ofrece el entorno. Por ejemplo cuando al describir, en un manojo de páginas, la cárcel de Manaos, con el detalle de un visitante atento, resalta el olor de la cárcel y el olor del miedo.

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Donde más me sorprende, es en los momentos en los que plasma, con pormenor, sensaciones que marcan relaciones amorosas. Comenta un personaje: «Aunque poco a poco me aprendí cada rincón de su piel, me di cuenta un poco tarde de que me estaba costando bastante aprenderme los rincones de su mente».

Cada capítulo del libro, cada relato, reserva al lector una sorpresa que deja perplejo. Dentro de una narración intrigante, se detiene y deja caer, refiriéndose al personaje que lleva entre manos: «El primer relato que escribí en mi vida (fue): «El culantrillo del pozo de Loli». El culantrillo es un helecho colgante, también llamado Cabello de Venus. Deja la intriga de si, ¿será verdad que su primera redacción contó un enrojecimiento amoroso adolescente, en el antepecho de un pozo gallego?.

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El 18 de septiembre hubiésemos presentado al público esta novela mosaico de José Miguel, habrían venido más, no lo duden. Este hombre no se detenía ni para recuperar el fuelle. Dejó la excelente investigación científica, para devolver tiempo a su familia y practicar la literatura. Tenía ganas de contar muchas historias y lo tenía minuciosamente planificado, como si le escaseara el tiempo.

Se preguntarán: ¿Cómo es posible que el Profesor López Novoa, científico, cambiara a averiguar en las vidas de personajes imaginados? No debe extrañar, porque la misma ciencia demuestra que, junto a la inteligencia gobernada por la lógica, la matemática y el experimento -la que practicó la mayor parte de su vida nuestro amigo-, también disponemos de «mente narrativa», la que imagina los motivos y la razón de las cosas que están pasando.

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El Doctor Novoa, quiso tener tiempo y practicar con este otro modo mental de ser humanos, la que es imprescindible, por ejemplo, durante la crianza de los hijos o el cuidado amoroso de los nietos. El profesor Novoa nos da testimonio de que, en todos nosotros duerme el talento de un cuenta cuentos; con sueño más profundo, yace sobando un creador de historias. José Miguel lo descubrió y quiso despertar ese talento amodorrado y aturdido, bajo la bata y el microscopio.

El segundo aspecto que me gustaría destacar, en el autor de la novela que íbamos a presentar, es el de la perplejidad: «Pequeñas personas, perplejas». La perplejidad, consciente y reflexionada, creía José Miguel, es el huerto donde siembra y cultiva la mente el compromiso y la responsabilidad con la comunidad. Es lo que él pretendía con esta carpeta de relatos: dejarnos desconcertados, marcados por la perplejidad, un viaje al fondo de la incertidumbre, donde acaban los tópicos sobre las mujeres y los hombres pequeños, sin importancia aparente. Las vidas humanas no son nunca tópicas ni triviales, sino sorprendentes, si la mirada se limpia y aclara. Los actores de su novela son tan sencillos, como cada cual, y en lugares sorprendentes como cada pueblo. José Miguel nos toca el alma con las historias de aldea o de mujeres misteriosas.

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Recomiendo atención a la lectura de esta novela, para no equivocarse. Yo he leído el libro despacio rehaciendo en mi imaginación los escenarios, figurándome y conviviendo con los y las protagonistas, conmoviéndome con los lances que, con atrevimiento, narra el texto. He comprendido el mensaje de José Miguel: el estado de ánimo compartido en este momento por toda la Humanidad es la perplejidad que ya ha anegado nuestras vidas.

Gracias José Miguel por haberme invitado a la lectura.

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