La joyería generacional que 'bañó en oro' a los Reyes de España: «Nuestro abuelo era un hombre de negocios y vio una oportunidad»
Con más de medio siglo de historia, esta joyería familiar ubicada en el Paseo de la Estación ha sabido unir tradición, innovación y un trato cercano que ha conquistado a clientes y realeza por igual. A principios de octubre, sus actuales responsables, Nacho y Teresa, recibieron el Premio a Relevo Generacional en la III Gala del Comercio de Salamanca
En el número 11 del Paseo de la Estación, las luces del escaparate de la Joyería Cid se reflejan sobre el cristal con un resplandor cálido y familiar. No son solo destellos de oro o de plata, sino reflejos de una historia de más de medio siglo que late en cada anillo, en cada pendiente y en cada sonrisa de todos los que han entrado por su puerta.
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Y es que allí, el tiempo parece detenerse. En sus vitrinas y joyeros, el brillo de las piezas que relucen se mezcla con la voz amable de quien atiende al cliente por su nombre. Tras el mostrador, se encuentran Nacho y Teresa, dos jóvenes que han cogido el testigo de su madre, Teresa Cid, ya jubilada.
Los orígenes: un sueño en un pueblo de la provincia
Para entender la historia de la Joyería Cid, hay que remontarse al año 1969. Fue ahí cuando, en Ciudad Rodrigo, un hombre de mirada aguda para los negocios y manos bastante hábiles, José Ignacio Cid Méndez, «visionario y trabajador incansable», fundó la primera joyería con este nombre. «Nuestro abuelo era un hombre de negocios. Tras haber participado en varios proyectos, vio la oportunidad en el oro y decidió abrir una joyería», recuerdan sus nietos Teresa y Nacho.
Una vez levantada la trapa, José Ignacio Cid entendió que el verdadero valor de la Joyería Cid no residía solo en el metal, sino en las emociones que se vivían entre sus cuatro paredes. Aquel pequeño taller, levantado con sacrificio y con fe en el futuro, fue el primer latido de una historia que todavía hoy continúa brillando.
El salto a Salamanca: trabajo, constancia y elegancia
El 1 de octubre de 1994, su hija Teresa Cid decidió continuar con el legado familiar y abrió las puertas de Joyería Cid en Salamanca. Pese a que el cambio de ciudad supuso un nuevo desafío, la Joyería Cid ya contaba con una clientela refinada y una competencia consolidada. Y es que Teresa supo ganarse el corazón de los salmantinos con algo que el tiempo no puede imitar: la cercanía, la honestidad y la pasión por lo que hacía.
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Tres décadas después, la joyería se ha convertido en todo un emblema local y en un espacio donde, lo más valioso, la confianza, ha sido el mejor escaparate. «Hemos crecido con el negocio desde pequeños. Nosotros hemos estudiado nuestras carreras, pero no hemos recibido una preparación específica para dedicarnos a esto. Al final, lo tienes dentro. Lo vives cada día», explica Nacho.
Una herencia de gran valor
El año pasado, la Joyería Cid celebró sus 30 años en Salamanca con una emotiva fiesta rodeada de clientes, amigos y familiares. Más de 120 personas se reunieron para rendir homenaje a una historia de esfuerzo compartido. Pero aquel encuentro no solo fue una celebración, sino también un punto de inflexión: Teresa Cid, la segunda generación, cedió oficialmente el testigo a sus hijos, Teresa y Nacho.
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Ahora, un año después, sus hijos rememoran la emoción que supone para ellos poder regentar un negocio de tal valor. De hecho, ese valor, basado en la cercanía que tienen con su clientela, es lo que más recalcan para LA GACETA y se ha ido forjando durante años, entre mostradores, talleres y conversaciones con los clientes de toda la vida.
Hace relativamente poco, a principios del mes de octubre, semejante relevo ha sido reconocido con el Premio a Relevo Generacional en la III Gala del Comercio de Salamanca, un galardón que ha premiado el trabajo, la continuidad y la capacidad de adaptación de una familia que ha sabido mantener viva su esencia a lo largo de todo este tiempo. «Ser autónomo hoy en día es complicado porque las cosas no son fáciles, pero somos una empresa consolidada y la gente nos conoce. Lo más importante es la confianza del cliente. Eso no se compra», explica Nacho.
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Creaciones que marcaron una época
La Joyería Cid ha llevado el arte de la orfebrería más allá de los escaparates locales, convirtiendo cada pieza en un símbolo de distinción y tradición. Y es que sus creaciones han formado parte de momentos históricos y ceremonias de alto protocolo, llevando el nombre de Salamanca y de su maestría artesanal a rincones insospechados. Tanto es así que fue la encargada de elaborar los regalos protocolarios de la XV Cumbre Iberoamericana en 2005, además de los gemelos y el collar que el Ayuntamiento de Salamanca regaló a los Reyes de España, Felipe y Letizia, con motivo de su boda.
La joya más valiosa
Más allá de los metales y de las piedras preciosas que hay entre sus cuatro paredes, lo que distingue a la Joyería Cid es el trato humano. «La esencia de este negocio es el trato que tenemos con el cliente. A muchos les conocemos desde hace años y tenemos una relación basada en la confianza», cuentan Nacho y Teresa con orgullo. Y es que muchos de sus clientes son ya amigos y familias que acuden generación tras generación para comprar una alianza de boda, el colgante del nacimiento de un hijo o los pendientes de un aniversario.
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Un legado que seguirá brillando
30 años después de su llegada a la capital, la Joyería Cid sigue siendo sinónimo de confianza y amor por los pequeños detalles. Pero, más allá de los premios que ha recibido y las ventas, lo que realmente perdura es el alma familiar que la ha sostenido hasta ahora —y que lo sigue haciendo—. De hecho, la forma de entender el comercio que ha tenido esta familia ha sido la brújula que la ha guiado a lo largo de todos estos años. «Honradez, constancia, trabajo, responsabilidad y cercanía. Eso es lo que significa para nosotros la Joyería Cid», sentencian Nacho y Teresa.
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