La emotiva 'Romería' puede llevar a Carla Simón a los Oscar

En esta ficción autobiográfica, la directora de 'Alcarràs' reconstruye la historia de amor de sus padres, que murieron de sida cuando ella era una niña. Ya en Cines Van Dyck

La Gaceta

Salamanca

Viernes, 5 de septiembre 2025, 11:55

La Academia de Cine ha preseleccionado tres títulos para representar a España en la edición número 98 de los Oscar: Sirat, de Oliver Laxe; Sorda, de Eva Libertad, y Romería, de Carla Simón, que este fin de semana se estrena en Cines Van Dyck. La tercera película de la realizadora y guionista (Barcelona, 1986) mantiene el listón (altísimo) que ya marcaron su ópera prima Verano, 1993 (premiada con tres Goya en 2017) y Alcarràs, Oso de Oro en la Berlinale de 2022 (fue la primera directora española que lo lograba en 76 años). Romería cierra su personal trilogía en torno a la familia. Si primero siguió los pasos de una niña recién adoptada tras perder a su madre -como le sucedió a ella misma en la vida real- y después contó la historia de sus tíos, que cultivan melocotones en un pueblo de Lleida, ahora profundiza en el pasado de sus padres. En aquellos años 80 de libertad, pasión y cambio que desembocaron en tragedia: ambos murieron de sida cuando Simón era solo una niña. Sin embargo, se niega a abordarlo con crueldad o sordidez. «No quiero verlos desde el castigo ni la culpa», ha declarado en una entrevista; «quiero abrazar esta historia, la de unas personas que rompieron con lo establecido. Tuvieron la desgracia de no saber las consecuencias de la heroína, pero no tenían una voluntad de cargarse sus vidas». Así, Romería no se refiere solo a unos personajes, sino a toda una generación. Y, aunque en ella hay dolor, también hay luz, empatía, verdad y delicadeza.

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En la trama, la joven Llúcia Garcia, alter ego de la propia autora, viaja de Cataluña hasta Vigo en 2004 para conocer a su familia paterna, de la que no guarda ningún recuerdo. Ni siquiera sabe la fecha de defunción de su padre biológico. Allí comprende las diferencias de clase, así como el silencio social en torno al VIH y la droga, y los estigmas y tabúes por los que optaron sus abuelos. Pero gracias a algunos testimonios de amigos y familiares y al diario de su madre, puede reconstruir los recuerdos que nunca tuvo. O, mejor dicho, crearlos. Porque Simón, esta vez, deja de lado su habitual costumbrismo naturalista para arriesgarse con secuencias oníricas, más experimentales, profundamente emotivas, en las que imagina el romance entre sus padres. Un salto hacia el realismo mágico para conectar con sus raíces y cerrar heridas. Todo esto se subraya con un juego de tres formatos: uno nítido y pulido para retratar el presente; otro con grano analógico para recrear el pasado (imaginado) de los padres; y las toscas imágenes de la videocámara de la protagonista, que sueña con ser cineasta. Las capas y texturas se desdoblan en la fotografía de la prestigiosa Hélène Louvart, colaboradora de Alice Rohrwacher (La chimera, Lazzaro felice).

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