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El fervor de La Alberca por la Virgen de Majadas, en imágenes

Después de una emocionante romería desde la iglesia hasta la remota ermita a través de un paraje silvestre, los fieles perpetúan la tradición con ofertorio, bailes y lágrimas de emoción

S. Dorado

La Alberca

Sábado, 18 de mayo 2024, 14:56

La belleza de La Alberca reside no solo en los entramados de sus calles y viviendas serranas, su plaza y su iglesia, sino en la devota entrega y compromiso de los albercanos, y así lo demostraron esta mañana los vecinos de la turística localidad, que acudieron madrugadores a la romería de la Virgen de Majadas, una de las dos imágenes con las que cuentan, tallas muy particulares por su belleza de estilo casi cubista.

CASAMAR

Durante una media hora de trayecto los albercanos ocuparon, guiados por el rosario del párroco Alfredo Fernández, y entre cánticos, uno de los carriles de la carretera de la sierra, hasta llegar a un sendero por el cual transcurre el Camino de las Raíces, en el cual se adentraron con la imagen, abriéndose camino entre los helechos, hasta detenerse en el que todos conocen como «el montón de piedras», un gran montículo de piedras coronado por una cruz en el que los fieles arrojan piedras a modo de plegaria. «Pedimos por nuestra familia», explican los albercanos, que deben, con este acto, rezar una salve.

El camino prosiguió hasta desembocar en el destino, donde todo el municipio, visitantes y vecinos serranos aguardaban con impaciencia, muchos con su lugar ya reservado para pasar una tarde de comida campestre y suelta de vaquillas, incluso delimitando su territorio con cintas atadas a los árboles.

La primera Virgen de Majadas reposó en el interior de la ermita de Nuestra Señora de la Virgen de Majadas durante una liturgia al aire libre, colmada de encanto en un día apacible en plena naturaleza. Después, las mayordomas Rosa Guerra, Francis López, María José Becerro y Laura López, vistiendo sudaderas de La Alberca a juego, cargaron la otra imagen de la Virgen de Majadas que descansaba en la ermita, la que acapara todo el protagonismo por su valor, deslumbrante en el templo con el rosetón de la ermita de fondo a modo de aureola.

Una breve procesión encabezada primero por las mayordomas y después por todo el pueblo albercano, dio la vuelta alrededor del claro del bosque en el que se concentra la ceremonia, para quedar al fin depositada frente a los asistentes, irradiando un éxtasis divino que hasta hizo brotar lágrimas de emoción de algunos participantes del ofertorio. Reverencias, ofrendas, besos y persignaciones siguieron la celebración, rematada por los admirados bailes tradicionales del grupo de niños y jóvenes dirigido por el enérgico Poldo, de Mogarraz, en el que no faltó el paleo o paloteo, al ritmo de las castañuelas de Poldo y de la gaita y el tamboril.

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