Descubren el uso real de las batipuertas de Candelario

Muchas son las preguntas que se hacen los turistas que visitan Candelario sobre la arquitectura popular de la localidad y sobre elementos tan característicos como las batipuertas.

Su utilidad ha sido y sigue siendo objeto de debate en el municipio, pero gracias a las investigaciones realizadas por Pedro López ayudado por Antonio Hinojal, Roberto Lana y José Cabrero, entre otros, se ha aclarado el verdadero uso de estos elementos exteriores y descartado algunas de las teorías basadas en la tradición oral.

Según explican, las grandes viviendas de la localidad serrana están formadas por tres o cuatro alturas. En la parte inferior se ubicaba el llamado 'picadero' con grandes puertas para que entrara la ventilación y luz ya que allí se realizaba la tradicional matanza entre el 1 de noviembre y el 2 de febrero. La segunda y tercera planta eran para las habitaciones y cocina y la última, el desván con varios metros de altura, para colgar los embutidos y los jamones para su curación. De las casas chacineras, el elemento que más curiosidad despierta entre los visitantes son las batipuertas, que se colocaban con apertura hacia el lado contrario del sentido de la calle.

Muchas han sido las teorías y habladurías sobre el uso de este elemento al que los expertos atribuyen dos: para proteger la entrada de la lluvia y la nieve y para ventilar y dar entrada a la luz durante las labores de matanza.

Esas tareas se realizaban en la parte baja de la casa y para sacrificar los bueyes la batipuerta se abría, por tanto no servía de burladero al quedar retirada de la fachada para sacrificar al animal, como explica Pedro López, que descarta la teoría de que pudieran tener esa función: «Se ven en distintas casas el roce de las sogas en el lateral de la entrada y no en las batipuertas». Por tanto, asegura que el sacrificio del animal se realizaba con ese elemento abierto y no cerrado porque, de lo contrario, «un toro reventaría la batipuerta y, además, estarían ensangrentadas».

Pedro López explica además que el matarife colocaba una maroma o soga, llamada peal, en el bajovientre que pasaba por una argolla o morón, para que cuando cayera al suelo el animal quedara dentro de la casa.

Según los investigadores, ese modo de proceder en la matanza viene a confirmar la necesidad de que la batipuerta estuviera abierta ya que, si estuviera cerrada, haría más difícil meter al animal en la casa. Además, quedan aún marcas de la erosión de las sogas, que quedaban unidas entre la argolla exterior y la viga central ubicada el interior de la casa, donde se colgaba al animal para su despiece.

En cuanto a la industria chacinera, Pedro López explica que Candelario fue cuna por el agua, que evitaba epidemias, y el clima, que favorecía la curación de las carnes. Se sacrificaban 20 toros y 80 cerdos en la localidad al día durante los 100 días que duraba la matanza , es decir, 2.000 cabezas de ganado vacuno y 8.000 cerdos al año. Esto era así porque, antiguamente, los embutidos llevaban mezcla de carne de vacuno y cerdo. También fue importante para el desarrollo de las labores chacineras el excedente de ganado vacuno en los prados de la sierra, mientras que los cerdos se adquirían en Andalucía y Extremadura. De hecho, López asegura que eran los chacineros de Candelario «los que fijaban el precio del cerdo en la feria de Zafra». Todo ello tuvo lugar en los siglos XVIII y XIX y a principios del XX aunque la llegada del tren a finales del siglo XIX a Guijuelo y el inicio de las cámaras frigoríficas hizo que la industria de Candelario no pudiera competir. Comenzaron a cerrar las fábricas y los primeros industriales de Guijuelo «compraron las licencias a los de Candelario» que cerraron sus fábricas por lo que «la industria de Guijuelo surge a principios de siglo aprovechando el declive de Candelario», concluye.

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