AL LORO

Las mujeres de aquí y Brigitte

Está Ana Redondo y la sorpresa que se ha llevado con Álvaro García Ortiz. Y lo de la primera dama, que aquí a lo mejor no se molestaba

Sábado, 20 de septiembre 2025, 06:00

Mira, no. Esto no se le hace a una amiga. Que ahí estuvo Ana Redondo al pie del cañón cuando la necesitaba. Que era allá por junio, y él, Álvaro García Ortiz, recién procesado por el Supremo, que se iba a sentar en el banquillo. Y ella, que «todo lo que necesites, ¿eh? Lo que sea». La ministra de Igualdad que le sostiene, que le apoya. «Una cenita, una cena... no estás solo». Y cuenta después, tras la «pillada», que no es más que una conversación de amigos, que lo son desde hace 40 años, se ve que desde los tiempos de Valladolid.

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Y ahora, esto. Lo de las pulseras antimaltrato. Que la oposición es como es e iba a pasar. Que con poquito, monta el lío. Y ahí está. La petición de dimisión de ella y que abre telediarios. Y qué necesidad había si lo de las pulseras, lo de que tuvieron fallos, lo sabían cuatro. Y no se habían movido antes y no se iban a mover ahora. Si ya había pasado, ¿por qué? Y mejor no darle vueltas al «¿de quién depende la Fiscalía?», que dijo el presidente. Que no, que no puede ser.

De momento, lo de la cenita en Valladolid parece que se complica. Ya ha dejado muy claro la ministra que la Fiscalía ha hecho una valoración sin datos y que para nada se corresponde con la realidad. Y decir eso de la Fiscalía suena muy fuerte. De todas formas, dice Ana Redondo que tampoco es para tanto, que nunca ha peligrado la vida de las mujeres que estaban protegidas de maltratadores. Lo dice ella. Y lo dice Marlaska. Y, por si quedara alguna duda, Yolanda Díaz, más de Igualdad desde que lo lleva el PSOE que cuando era Podemos, tranquiliza. Aclara que «todo puede fallar» y que «ya está arreglado». Pues solucionado. Pero nos lían porque las pulseras fallaron, pero no fallaron. Resulta que son pulseras para proteger a mujeres y, aunque fallaron, en ningún momento estuvieron desprotegidas. Es tanto el lío, que queda la duda de para qué sirve la pulsera cuando fallando, no falla.

Pero no hay razones para dudar. Aunque hubiera un fallo de volcado de datos de las pulseras cuando cambia el Ministerio de un proveedor a otro; aunque avisaran a la ministra de la poca fiabilidad del sistema; aunque la Fiscalía General reflejara eso, «múltiples fallos» en dipositivos; aunque el mal funcionamiento diera lugar a archivos de denuncias por maltratos o a sentencias absolutorias por falta de prueba de infracción de alejamiento; aunque la Fiscalía dijera luego que los dispositivos funcionaron y que las absoluciones referenciadas fueron «mínimas»; aunque el Sindicato Unificado de Policía denuncie que las pulseras trabajaron de forma deficiente durante cuatro meses; aunque cuenten que las compraron en AliExpress; aunque digan que antes eran como una camisa de fuerza y ahora se quitan como un reloj; aunque adviertan que en muchos pueblos, como no hay cobertura, la señal de las pulseras se pierde. Y esto, en dispositivos que no son para cualquiera, que los llevan agresores de víctimas categorizadas en Viogén como de riesgo «medio, alto o extremo», nada de bajo. Así como 5.000.

De esto sorprende que algo tan grave tardara tanto en resolverse; que la ministra no contara nada cuando hay un Pacto de Estado contra la Violencia de Género; que no se supiera cuando tantos lo sabían; que lo tome como una exageración. Sorprende que no reúna a todos los partidos para mejorar y hasta que no ponga en duda lo de si la pulsera se quita fácil.

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Que dicen que tenemos el Gobierno más feminista de la historia y, a lo mejor, no es así. Después de esto. Y de la chapuza de la «ley del solo sí es sí». Después de no saber ya ni qué es ser mujer. Que Brigitte Macron va a demostrar que ella lo es con pruebas científicas y no se qué y aquí le bastaría con decir que se siente mujer. Que aquí, visto lo visto, quizás le iría mejor si lo dejara estar.

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