Renglones Torcidos

Indigentes mentales

Entra en escena otro tipo de indigente mental, con un perfil más sibilino a la par que elegante

Domingo, 14 de mayo 2023

Al hilo de la visita del hipermegapresidente de Colombia a Salamanca hace unos días, el ínclito y maravilloso Gustavo Petro, según dicen algunas malas lenguas un «terrorista no arrepentido» y otras muchas lindezas, a alguien se le ocurrió definirlo como un «indigente mental». Reconozco que no me sonó mal, con todos mis respetos hacia los indigentes reales que pululan en medio de tanto indigente indecente que, por cierto, cada vez hay más para desgracia de quienes realmente están pasando verdaderas penurias económicas y de todo tipo. No sé dónde, ni cuándo, ni cómo nos hemos despistado pero la realidad, nos guste o no, pone de manifiesto el morro, la jeta, la cara dura y muchas cosas más de quienes viven del engaño, la mentira, el cuento, la manipulación y cualquier otro tipo de artimaña que les permita vivir sin trabajar. Eso sí, haciendo el gran esfuerzo no de pedir si no de exigir todo tipo de ayudas a las que tienen derecho sin riesgo de tener que asumir ninguna responsabilidad. Ya está bien de tanta tontería, no llamemos picaresca a lo que es cara dura. No me considero yo al margen de la solidaridad ni creo quedarme corto a la hora de tender la mano, si bien es verdad que siempre se puede hacer más. Ahora bien, de un tiempo a esta parte veo dos dificultades a la hora de hacer realidad el compartir solidario y la lucha por la justicia y la dignidad. Por un lado, y no me canso de repetirlo, la burocracia, el método, el protocolo, el sistema y toda entelequia mental que, agarrándose a no sé qué artículo, hace inviable poder tender la mano al necesitado, bajo riesgo de quedarte sin ella. Por otro lado, está la persona indigente o necesitada, sea cual sea su necesidad. Ya no vale aquello que me enseñó mi abuela: «haz el bien y no mires a quién». Por desgracia hay que sacar la lupa y someter a un tercer grado a la persona que solicita ayuda, lo cual te lleva a entrar en una dinámica agotadora. Aún así, no podemos tirar la toalla, no pueden pagar justos por pecadores ni podemos darle el gustazo de la justificación perfecta a quienes, sumidos en el fango de su egoísmo, no han estado ni estarán dispuestos a mover un dedo por nadie. Es ahí dónde entra en escena otro tipo de indigente mental, con un perfil más sibilino a la par que elegante, cargado de cinismo, hipocresía y falsedad que le permite pontificar y hablar ex cátedra sobre la justicia social, los derechos y deberes, bla, bla, bla, ... dejando bien claro que están en posesión de la verdad, de la suya claro. Llegados a este punto uno toma conciencia de que, en mayor o menor medida, todos, unos de una manera otros de otra, unos antes otros después, estamos tocados por la indigencia mental en sus múltiples variedades. Por cierto, Gustavo Petro puede ser un indigente mental y quienes le concedieron medallas y reconocimientos varios ¿son también indigentes mentales? Sin temor a equivocarme, no me cabe la menor duda. Alguien se ha columpiado, alguna vez nos columpiamos todos. El fin no justifica los medios ni tampoco a los mediocres.

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