RENGLONES TORCIDOS

¿Edadismo?

Cada día más leyes y más normas, cada día nos las saltamos con mayor facilidad y sin rubor alguno

Vivimos un momento histórico en el que nuestra capacidad para etiquetar y poner nombre a todo tipo de situaciones, actitudes y comportamientos nos resulta muy fácil. Muchas veces tengo la sensación de que lo hacemos muy alegremente y con poco criterio, como si lo más urgente fuera diagnosticar sin necesidad de valorar a fondo la realidad con la que nos encontramos, ni tampoco quién es el responsable o responsables de dicha situación.

Publicidad

De un tiempo a esta parte, una de las palabras que más suena es edadismo. Dicen que es algo así como «la discriminación contra personas o colectivos por motivo de edad». Bien es verdad que ya en 1958 aparece este término para expresar prácticamente lo mismo. Sin duda alguna es estupendo poder valorar y diagnosticar para poder poner medios y remedios a todo aquello que funciona de manera inadecuada, ahora bien ¿quién y de qué manera decide qué es y qué no es adecuado? Creo que no estaría demás pararnos a pensar qué parte de responsabilidad tenemos cada uno ante esas situaciones que tan alegremente etiquetamos.

Cada día más leyes y más normas, cada día nos las saltamos con mayor facilidad y sin rubor alguno. Quizá la solución no esté en tantas leyes, normas y dogmas, si no más bien en dar sentido a nuestra vida y entender que el otro puedo ser yo. Llama la atención la abundante normativa establecida para relacionarnos entre los humanos, últimamente también con los animales. Parece triste y lamentable que a estas alturas del partido, es decir en pleno siglo XXI, sea necesario establecer normas para una convivencia pacífica. Convivencia que a pesar de dichas normas no es para nada, o en muchos casos, pacífica. Basta ver, leer o escuchar las noticias. No vamos a pensar en la dichosa guerra de Ucrania, para muchos si no olvidada sí normalizada. Tampoco pensaremos en los menores violadores y las menores violadas en este país. Ni en otras muchas situaciones que nos llevan a tomar conciencia de tristes realidades que están más allá o por encima de cualquier etiqueta. Normalizamos a la misma velocidad que nos deshumanizamos, nos ponemos exquisitos con la norma hasta llegar en algunos casos al absurdo y sin embargo la vivencia en sí nos da igual. A la abuela que está demenciada la ingresamos en la residencia y a su pareja, de la misma edad o mayor, nos da igual dejarlo sólo, sin tener en cuenta sus sentimientos. No discriminamos por razón de la edad, discriminamos por puro egoísmo, por comodidad.

Cuando no podemos afrontar una situación no podemos, pero cuando miramos más por nosotros que por el otro ya le podemos llamar como queramos y adornarlo como nos dé la gana, pero al pan pan y al vino vino. Cuando dejamos para el siguiente turno cambiar un pañal al abuelo o abuela, eso no es edadismo. Cuando miramos hacia otro lado ante cualquier necesidad que alguien nos plantea, eso no es edadismo. Cuando apelamos al protocolo y desatendemos a la persona, eso no es edadismo. Suma y sigue.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad