DE CALLE

Vacaciones amargas

El voto CERA ha dado más poder a Puigdemont y el precio de su apoyo a Sánchez nos saldrá todavía más caro

Este año las vacaciones nos salen por un ojo de la cara. El alquiler, el chiringuito, las copas y los espectáculos se han puesto por las nubes. Solo quienes ostentan un cargo que les permite disfrutar gratis total de un casoplón y las mejores playas del Atlántico no se dan cuenta de lo cara que está la vida. Que se lo digan a Pedro Sánchez, que está amarrando la renovación del contrato en Moncloa, la Mareta y Doñana, por el mismo módico precio que las ha disfrutado en los últimos cinco años.

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Dicen que vuelve la inflación, que el euríbor está por las nubes y que los alimentos no bajan ni a tiros, pero hay algunos a los que les da igual. Es el caso de Sánchez, que solo rompe su silencio vacacional para quejarse del cambio climático. Será que el agua de Lanzarote no está tan fresca como el año pasado. Desde la humilde residencia de diez mil metros cuadrados que el Rey Hussein de Jordania le regaló al Rey Juan Carlos, el presidente en funciones lanza tuits para celebrar su victoria, que fue una derrota, en las elecciones, y de paso amenazarnos. Además de avisar de que julio ha sido un mes atorrante de calor, Sánchez asegura, en el mensaje que ha trasladado en los últimos días sobre el futuro del país y las políticas desplegadas en los últimos años que «no hay marcha atrás».

Suena a amenaza porque lo es. El Frankenstein seguirá adelante, solo que empeorado con la inestimable colaboración del delincuente Puigdemont y el auxilio de los aprovechateguis del PNV.

Los ataques a los cimientos de la democracia y la tensión para romper España van a continuar con más fuerza que durante los últimos cinco años.

Tras lo ocurrido el 23J en las urnas, no hay marcha atrás. El autobús de la nación mantiene el rumbo directo hacia el precipicio, y no habrá quien lo pare, porque el conductor está crecido, ufano, más soberbio que nunca. El centro derecha ha sido destruido por el voto del miedo y Sánchez no tiene enemigos que le inquieten. Los compañeros comunistas, bildutarras, recogenueces, separatistas y golpistas le hacen la ola. Han salvado el pellejo y el cocido gracias a que muchos de sus votantes apostaron por el PSOE para evitar un gobierno que pudiera recortar sus alas, laminar sus prebendas y defender la Constitución, con la fuerza de la ley. Ahora todos ellos revientan de felicidad. Les quedan un par de meses de marear la perdiz, de regatear precios y amagar desencuentros, pero al final elevarán a Sánchez a los altares, porque para el pasajero del Falcon no hay precio demasiado alto y para sus compañeros de viaje no habrá otro presidente más dispuesto a ceder y conceder a discreción con tal de continuar en el poder.

Además, Sánchez ya sabe que sus fechorías no le pasan factura en las urnas. Es muy triste comprobar que a más de la mitad de los votantes les da igual que les saquee a impuestos, que hunda la economía, que indulte a los golpistas y que premie a los herederos de ETA. Esa seguridad le dará ánimos al del Falcon para continuar por la senda del derribo de los cimientos de la democracia y por el camino de la división de los españoles en dos bandos cada vez más irreconciliables.

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Al final el voto de los residentes en el extranjero le ha quitado un diputado al PSOE para dárselo al PP, de forma que a los de «Puchi» ya no les vale la abstención para aupar a Sánchez y ahora tendrán que votar a favor. Es decir, que lo que iba mal acaba peor. El precio será más alto y todos, menos el prófugo, saldremos perdiendo. Y las vacaciones, un poco más amargas.

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