DE CALLE

Tacticismo es el catecismo

En esta España no queda rastro de esa generosidad y ese sentido de Estado de los que habla Carbayo ante la investidura de Feijóo

Jueves, 27 de julio 2023, 06:00

Supongo que el argumentario forma parte del guion distribuido por Génova pero tenemos al PP de Salamanca un tanto fuera de la realidad. El presidente provincial, Carlos García Carbayo, decía ayer en este periódico que la investidura de Alberto Núñez Feijóo dependerá «de la generosidad de todas las partes y de que se prime el interés de España por encima del tacticismo de cada uno». Lo cierto es que en esta España que nos ha tocado vivir no existe esa altura de miras y esa galantería de la que habla Carbayo. La generosidad es una «tierra rara rarísima» en la política española, y el tacticismo es el verdadero catecismo.

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La realidad es injusta y muy dura, pero no sirve de nada camuflarla. Y la realidad es que Pedro Sánchez va a pactar con esos que el propio Carbayo llama «lo peor de cada casa: los de Bildu y los independentistas catalanes», incluido el delincuente prófugo Puigdemont.

Tal y como explicaba el líder de los populares salmantinos, «Sánchez ha demostrado que es capaz de vender su alma al diablo», en este caso al golpista de Waterloo. Por tanto, Feijóo no tiene ninguna 'chance' y ya sabemos a qué atenernos.

Pensar que los recogenueces del PNV van a apoyar un gobierno del PP con Vox es una simpleza del mismo tamaño que esperar a que aparezcan «cinco o seis socialistas buenos» dispuestos a desobedecer al aparato sanchista, como piden los de Abascal. La desesperación por la derrota produce alucinaciones en algunos líderes con estómagos de piedra incapaces de digerirla.

Mucho más claro lo tiene David Serrada, que también habló para LA GACETA. El secretario provincial del PSOE sabe de sobra que no va a gobernar Feijóo, ni va haber repetición de elecciones ni puede producirse una alianza PP-PSOE para gobernar sin los golpistas y proetarras. Y no le falta razón en su argumento: el PP no suma y los populares no pueden pactar con el sanchismo al que quieren derogar.

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Hasta ahí la coherencia de Serrada, porque cuando argumenta sobre la negociación de la investidura empiezan los patinazos. «No se negocia con Puigdemont sino con partidos», asegura el líder de los socialistas salmantinos, aun sabiendo que en este escenario quien manda es el rebelde prófugo, que tiene la sartén por el mango. También asegura que «la tensión nacionalista se ha rebajado desde que gobierna Sánchez y el PSOE es la primera fuerza en Cataluña», verdad a medias, porque el PSC ha vencido allí en unas generales en las que el voto útil de los separatistas era para un sanchismo dispuesto a dar alas a sus aspiraciones secesionistas. Ya veremos dónde está unos y otros en las próximas autonómicas.

Y ya el colmo de la distopía de Serrada llega cuando afirma que Sánchez «no va a poner nunca en riesgo la unidad de España», cuando todos hemos comprobado que lo viene haciendo desde hace cinco años, creando una mesa bilateral Gobierno-Generalidad, eliminando el delito de sedición e indultando a los golpistas. Se puede hacer más para animar a los enemigos de España, queda el referéndum, pero todo se andará.

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Lo peor de estos juegos de palabras tras las elecciones es el cruce de acusaciones entre populares y verdes. Ninguno de los dos partidos ha sabido encajar el resultado y ambos se agarran al ejercicio fácil de tirarse los trastos a la cabeza. Según el presidente de los Abascal en Salamanca, «Feijóo ha contribuido a la demonización de Vox y ha provocado que ambos partidos no hayan sumado para echar a Sánchez». Aquí todo son pajas en el ojo ajeno sin ver las vigas en el propio. Y mientras no haya autocrítica, el centro derecha está condenado a repetir fracasos.

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