Ahora comenzamos a entender lo que pretendía Irene Montero, la señora que hizo carrera a la sombra de El Coletas, con esa Ley del Solo Sí es Sí, concebida para aligerar penas y sacar cuanto antes de la cárcel a acosadores sexuales y violadores. No era pura malicia, ni torpeza: era una estrategia para beneficiar a sus machos alfa, para suavizar los efectos carcelarios de la voracidad sexual de los señores del harén en que se acabó convirtiendo la ultraizquierda comunista y bolivariana.
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Gracias a los manejos legislativos de la señora de Iglesias, uno de sus colegas de acampada, 'baby face' (cara niño) Íñigo Errejón, se librará de unos meses o unos años de cárcel, a pesar de haber perseguido, manoseado y chuperreteado contra su voluntad (presuntamente) a unas cuantas camaradas.
Los dirigentes de Podemos, Sumar, Más Madrid y otras marcas del guirigay a la izquierda del sanchismo estaban al tanto de los galleos de Errejón, pero tratándose de un marxista, prefirieron callar y mirar para otra parte. No puede sorprendernos, porque para ellos solo la derecha y la ultraderecha pueden ser machistas, es más, en su ideario todo español que vote al PP o a Vox es un machista redomado, porque sí. Ellos, sus 'hombres', exhalan un irresistible perfume de Chanel feminista.
Errejón, por tanto, merece compasión, comprensión, olvido si se puede, y si no, beneficios carcelarios. Las mujeres que deberían haber denunciado desde hace años al portavoz de Sumar han ejercido de mediadoras (ahí cuadraría un oficio mucho peor que el de mediadoras, pero vamos a dejarlo así) entre el presunto autor de la violencia machista y sus víctimas. Mediar aquí significa convencerlas para que no le denunciaran, es decir, justo lo contrario de lo que las Montero, Yolanda Díaz, Mónica García, Loreto Arenillas y el resto de dirigentes del feminismo radical aconsejan en público. Estas son las del «Yo sí te creo» que cuando toca defender a las chicas agredidas por sus machos no solo no las creen, sino que les recomiendan el silencio culpable.
A todo esto, en el Partido Sanchista se frotan las manos viendo cómo a su izquierda unos y otras se despellejan a cuenta del escándalo errejoniano.
El cainismo es una práctica consustancial a los partidos socialistas y comunistas desde su fundación. Una vez que la defensa por ocultamiento del presunto acosador ha resultado inútil, comenzará la cacería entre los más allegados a Errejón. Será un espectáculo propio de la arena del circo romano y ante el hedor de los cadáveres los pocos votos que todavía recalaban en las chalupas del comunismo «superchuli» acabarán llenando las bodegas del barco sanchista, siempre necesitadas de este tipo de desperdicios.
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Es más, visto el fracaso de la Yolanda transmutada en la última náufraga de Sumar, quizás sea llegado el momento de acoger los restos de la ensalada de siglas en la casa común del socialcomunismo. Sánchez les ha comido el terreno ideológico, con una política más de izquierdas, más antiespañola y más cercana a las dictaduras bolivarianas que la soñada por los herederos del PCE o de IU. La bandera del feminismo acaba de arder en la hoguera de las pasiones errejonianas. La defensa de los terroristas palestinos y los ataques a Israel ya los asume como propios el titular de La Moncloa. Así que las denuncias y todo el escándalo que rodea a uno de los líderes originales del perroflautismo patrio acabarán beneficiando a Pedro Sánchez. De hecho, con Errejón y sus andanzas hemos perdido de vista por unos días lo más importante, el caso Ábalos y la deriva hacia la autocracia en nuestro país. Es la suerte del resiliente.
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